Capítulo 26

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Si Wattpad te trajo aquí primero, ve al capítulo anterior - el 25 -, hoy hubo doble actualización. 

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DEREK

Doce años atrás...

Llevaba más de veinte minutos buscando a papá. Usualmente estaba en el trabajo, igual que mamá, pero esa tarde debía estar en algún lugar de nuestra casa porque, como todas las semanas, nos habíamos reunido todos: los Carson, los Keller y los Holt.

—¡Liv! ¡Leo! —llamé a mis amigos, que jugaban en el jardín—. ¡¿Saben dónde está mi papá?!

No me contestaron pues estaban demasiado concentrados en ganar su carrera.

—¡Leo, no vale! —exclamó ella cuando él le ganó con mucha ventaja—. Tú eres más grande. ¡Mira tus patas! ¡Pareces un elefante!

—Aún eres muy pequeña, Liv —rio él, festejando en el sitio—. No podrás ganarme a menos que crezcas.

—¡No es cierto! Solo me llevas cuatro años —le mostró cinco dedos, por lo que su primo le bajó el pulgar.

—Sí, solo cuatro, pero yo tengo diez y tú seis. ¡Soy más grande!

—¡CÁLLATE! —Ella le lanzó una patada que hizo que Leo se retorciera.

—¡Ey, Carsons! —los llamé—. Busco a mi papá. ¿Lo han visto?

—Creo que fue a su oficina —me dijo Liv a medida que corría hacia mí. Sus grandes ojos celestes me vieron fijamente y jaló de mi brazo—. Derek, quiero ganarle a Leo. Siempre llega primero y no es justo.

—Leo —le pedí con una sonrisa—. Dale ventaja, es tu prima y es pequeña.

—¡No soy pequeña! —refutó.

—Ah, entonces no te quejes y aprende a perder.

Mi mejor amigo empezó a carcajearse y Liv lo tumbó en el jardín peleando con todas sus fuerzas mientras Leo reía.

Ellos siempre reían. La verdad, todos solíamos hacerlo.

Lo dejé para ir a la oficina. Sin embargo, mi sonrisa desapareció cuando abrí la puerta y me encontré con lo que menos esperaba.

Sobre el escritorio de mi papá, había una mujer. No era mi madre. Tampoco era cualquier mujer. Ella tenía el rostro contraído y emitía sonidos mientras mi papá se movía contra ella. Los dos se besaban como si necesitaran del otro y no me hacía falta ser mayor para comprender lo que estaba sucediendo. Nos habían dado una clase de eso en la escuela y yo era un niño, pero no era estúpido.

Con cuidado de que no me notaran, cerré la puerta y corrí al salón donde mi madre hablaba con los padres de Leo. La tomé de la mano y nos llevé a un pasillo. No sabía cómo decirle lo que había visto, pero debía hacerlo. No quería mentir. No me gustaban las mentiras.

Pero ella no reaccionó como pensé. Mejor dicho, no reaccionó. Se acuclilló y me tomó de las manos.

—Derek, vas a olvidar lo que viste —me ordenó con seriedad—. No quiero que vuelvas a repetirlo, ¿está claro?

—¿Mamá, pero qué estás diciendo? ¡Papá es tu esposo! ¡Te está engaña...!

—No, no lo está haciendo —me interrumpió con demasiada calma—. Así es nuestra relación, no te preocupes. Nosotros estamos juntos y lo estaremos siempre. Jamás nos tendrás separados.

Su respuesta me tomó por sorpresa.

—Pero tú eres su esposa, no tiene que hacer eso. Está mal. —La vi con el ceño fruncido—. Él tiene que amarte a ti. No a otra señora.

ABISMO © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora