Capítulo 27

123K 6.8K 5K
                                    

ABISMO llegó a las 200K y para celebrar hicimos DOBLE ACTUALIZACIÓN. ¡¡Gracias siempre por su enorme apoyo!!

---

Había pasado una semana desde que descubrí la verdad de Derek; mismo tiempo desde que lo vi por última vez.

Oír lo que le sucedió fue muy doloroso, y saber que no podía hacer otra cosa salvo estar a su lado creó mucha impotencia en mí. Jamás iba a justificar su comportamiento; la violencia jamás debía ser justificada, en especial a esa escala, pero no podía negar que después de oír las razones se me partió el corazón. Su descontrol era algo en lo que él y solo él podía trabajar, pero contaría con Liv, Leo y conmigo en el camino. Siempre.

Lo que me preocupó fue que después de aquel día, no volvimos a hablar. No sabía si se había arrepentido, si no me quería cerca o simplemente necesitaba tiempo.

Esos siete días en los que no supe de él, trabajé y empecé a estudiar. Había comenzado el curso de Fotografía y me impresionó lo mucho que gustó. No era convencional ni de un futuro seguro, pero de momento se sentía bien. De alguna extraña manera, como esas ocasiones con Polo, tomar fotos era una forma de transmitir lo que sentía.

Y después de haber reprimido lo que sentía con el objetivo de mantenerme fuerte, se sentía liberador poder contarlo de alguna forma.

Caminaba por el pasillo de la Escuela de Artes con el maletín de la cámara en mano cuando mi teléfono sonó. Me extrañó ver el número con código de Vancouver, pero me tensé al reconocerlo como el número de la enfermera de mi abuela.

—¿Qué sucedió? —me adelanté, sintiendo mis manos empezar a temblar.

—La señora Moretti no se encuentra bien, señorita Ava. Estoy intentando localizar a su madre, pero no lo logro.

Detuve mis pasos y una espantosa sensación de frío me recorrió entera.

Mi mamá estaba en un retiro de yoga con Óscar. Rafael me lo había comentado y me alegró porque era algo que ella siempre quiso hacer, pero en ese momento deseé con todas mis fuerzas poder hablar con ella porque mi nonna nos necesitaba.

—N-no podrás contactarla, pero yo iré. Tomaré el primer vuelo —le dije, trotando hacia mi coche—. ¿Puedes... puedes ponerla al teléfono, por favor?

—Su abuela está muy débil —habló y mis ojos se humedecieron—. Debería venir antes de que sea muy tarde. La necesita más que nunca.

Como si de un rayo se tratara, llegué al aeropuerto y tomé un avión. Intenté comunicarme con mi madre y Óscar, pero fue imposible tratándose de esos sitios donde no se permiten teléfonos. Maldije eso, maldije las cuatro horas que pasé en el aire, maldije no haber ido a visitarla antes, maldije no haberle hablado antes.

Era mi nonna, el motivo de sonrisa, una de las cerezas tatuadas en mi tobillo, la razón de mis insultos italianos y mi amor por el café.

Y yo había sido tan estúpida de no apreciar que aún la tenía.

Conteniendo las lágrimas, rogando a todos los santos italianos a los que alguna vez mi abuela se refirió, aterricé en Vancouver, tomé un taxi y llegué a la casa donde mi abuela había sido feliz junto a mi abuelo.

Toqué el timbre, con el corazón latiendo a mil, cuando la puerta fue abierta por la enfermera. En un desesperado impulso, entré a la casa y la hallé en la pequeña sala.

Su corto cabello blanco, su piel arrugada que evidenciaba el trayecto de su vida, sus uñas pintadas siempre de un tono claro, el vestido con pequeñas flores que amaba repetir, sus brazos descansando en el sofá individual que adoraba, y el rostro inmóvil me indicaron que nada estaba bien.

ABISMO © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora