En ese momento estaba acostada en mi habitación viendo el techo. Mi pierna temblando y mis manos jugando entre ellas eran la evidencia de lo nerviosa que me encontraba.
Quién sabía quién, con habilidades de espía, se había llevado toda mi información de la oficina de ELE.
Yo solo podía pensar en una cosa, y no estaba siendo exagerada.
Me iban a matar.
Bueno, tal vez sí lo estaba siendo un poco.
Mi lado racional me decía: Cálmate, Ava. No entres en pánico. No sabes nada con certeza y ya te estás haciendo ideas en la cabeza. No pienses en idioteces. Y, bueno, mi lado irracional y completamente emotivo estaba dando vueltas sobre su sitio pensando en las mil y un formas en las que me iban a torturar y asesinar sin piedad.
Eran las tres de la madrugada y, después de mil intentos fallidos por dormir, decidí ponerme de pie de una vez por todas. Necesitaba calmarme y mi mejor aliado estaba a la espera.
Fui al salón en busca de mis cigarros y, cuando estaba por agarrar la cajetilla encima de la mesa retro de Liv, el timbre de la casa sonó.
Mi corazón dejó de latir.
Tuve que tragar saliva para asimilar lo que estaba ocurriendo: Eran las tres de la mañana. Absolutamente nadie llamaría a esa hora.
El sonido de un nuevo mensaje en mi celular incrementó mi sorpresa. Lo tomé con cuidado y vi que venía de un número desconocido.
Abre la puerta
¿Yo... abrir la puerta?
¡Yo necesitaba tres puertas, mil candados y un tanque de guerra para defenderme!
Empecé a hiperventilar. Tal vez podía despertar a Liv. No importaba la cantidad de gemidos de los que sería testigo. Soportaría el trauma. Esa situación lo ameritaba, era demasiado grave.
Cuando iba a ir a su habitación, mi móvil empezó a sonar por una llamada del número desconocido. Lo silencié en cuanto pude reaccionar, pero el sonido debe de haberse escuchado del otro lado de la puerta porque el timbre volvió a sonar.
«Santo Antonio. ¡Ya no me esperes más, ahí te voy!»
¡¿Por qué rayos silencié la llamada?! ¡¿Por qué fui tan imbécil?! Si lo dejaba sonar, habría parecido que estaba dormida, pero, al no hacerlo, la persona que estaba afuera ya era consciente que yo estaba despierta. Joder. Yo solita me había puesto en bandeja de plata.
Suspiré y me di cuenta que ya se había dado cuenta que estaba despierta, así que no perdía nada escuchando lo que tenía que decir por teléfono. Desbloqueé la llamada y lo llevé lentamente a mi oído poniendo todos mis sentidos en alerta.
Al otro lado de la llamada escuché una voz familiar me hizo abrir los ojos a más no poder. Fui hacia la puerta y la abrí de un tirón.
—Sally.
Derek estaba de pie con el móvil en la oreja. Llevaba una camiseta blanca y un pantalón de buzo gris. El cabello castaño estaba ligeramente desordenado y una suave sonrisa apareció en su somnoliento rostro.
Desde el fondo de mis entrañas nació el impulso de hacer solo una cosa.
—¡STRONZO! —exclamé intentando cerrarle la puerta en la cara.
—Ey, ey —reaccionó desconcertado abriendo la puerta—. ¿Qué tienes?
—¡¿Sabes el susto que me has dado?! —le reclamé—. ¡Casi me desmayo, Madonna! ¡No puedes venir aquí a hacer esas jugadas misteriosas después de lo que ha pasado!
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ABISMO © [Disponible en físico]
Romance¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no quiere caer por él. Él quiere recuperarla. Dos promesas en guerra. Solo una puede cumplirse. Tras descubrir la verdad, Ava ha decidido empezar una nueva vida libre de secretos y lejos de qui...