Capítulo 36

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El par de ojos verdes resaltaban al vernos.

Analíticos, precisos e incluso algo extasiados por atraparnos en aquella situación.

Porque eso era lo que había hecho Lex Keller: atraparnos con la facilidad con la que un león atrapaba a su presa, solo que reemplazó la caza en una sabana por una aislada y silenciosa biblioteca.

Hasta que Liv habló:

—¡Oye, desteñido! ¿Puedes dejar tus jueguitos de una vez? Estás cargando este ambiente con energías raras. —Movió sus manos de forma extraña como si limpiara el espacio.

—¿Mis jueguitos? —Con las manos en sus bolsillos y una postura altanera, caminó hacia nosotros—. Pero si son ustedes los que han venido a mi casa, se han infiltrado en mi fiesta, y me han mentido... a mí —enfatizó, presionando su pecho.

Mantuvo la vista sobre Derek, a quien le sonrió un poco para después verme. Entrecerró los ojos, acercó su mano a uno de los mechones de mi cabello y susurró con falsa preocupación:

—¿Por qué me mentiste, rubia? ¿Acaso no confías en mí?

Lo habría alejado de no ser porque seguía sin aire, inmóvil, aún conmovida por lo que había visto. Lex ladeó la cabeza y una sonrisa satisfecha se formó en sus labios. Lo había comprendido.

Derek, al ver que yo no reaccionaba, empujó por el hombro al rubio y este retrocedió sin siquiera pelear. Levanté la vista para hallar a un Derek defensivo, listo para enfrentarse a su primo. Leo y Becca atentos al comportamiento de ambos desde un costado. Liv seguía lo que sucedía con sus enormes ojos celestes. Yo, quieta. Atónita.

—¿Qué quieres? —espetó Derek.

Lex alzó las palmas como si fuese inocente y se dirigió a una esquina donde un pequeño carrito exponía algunas botellas de alcohol.

—Una explicación. Verás, yo tenía entendido que mi primito estaba sufriendo por un corazón roto. Lloró, rogó, llegó al borde de la desesperación, perdiendo cualquier índice de amor propio... —Alzó la vista del líquido caramelo y botó un suspiro—. Hay algo satisfactorio en ver a alguien suplicar, ¿no? —Dio un sorbo de su vaso—. Debo admitir que me lo creí, cada lágrima y cada ruego. Sin embargo —elevó su índice—, la noche después del evento de tu escudería mi computador me avisó de algo...extraño, y dejé de divertirme tanto. ¿No resulta muy curioso que días después de abrir el archivo de la grabación, surja una alerta de violación de seguridad? Como si alguien hubiese planeado infiltrarse en mi computador... La pregunta es: ¿quién pudo ser? —Estiró su índice y sonrió—. Ding, ding, ding. Mi no tan querido primo, Derek Keller.

Caminó lentamente hacia nosotros, pero siguió dirigiéndose a él. Seguro y pausado. Hablándole con la astucia de un mago, cuyo truco estaba armado a la perfección.

—Colar un malware en mi computador con lo que asumo es evidencia falsa del accidente... Debo admitirlo, es magnífico. Lastima para tu plan, tu primo aquí presente es igual de cauteloso que tú con sus pertenencias. —Me sobresalté cuando acercó una mano a mi oído, y dejó caer el micrófono que me comunicaba con Wayne en el whiskey—. No eres el único que tiene a alguien que le cuida las espaldas.

Vio el pequeño dispositivo nadando en el líquido y se despidió de él agitando los dedos, como si estuviese viendo a un pez.

Derek asintió para sí mismo.

—De acuerdo. Lo sabes. Lo entendimos.

—Por supuesto. Una vez lo noté, no fue difícil sumar 1+1. —Se plantó frente a él, con mirada altiva, buscando superarlo, pero Derek no bajó la mirada. No lucía vencido ni intimidado—. Jamás me darías un video real de lo sucedido y te creo lo suficientemente capaz de engañarme, supongo que es... algo de familia. —Se encogió de hombros con una sutil sonrisa que se ensanchó con malicia—. Lo que debo admitir es que no sabía si esta pequeña infiltrada estaba trabajando contigo, por eso la invité aquí, y solo fue necesario dejarla ser libre para que comprobara mi teoría. —Estiró los brazos hacia el resto—. Resulta increíblemente entretenido ver a alguien engañarte cuando ya sabes la verdad, ¿no lo creen?

ABISMO © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora