Hicimos unos pequeños cambios en el final del capítulo anterior por cuestiones de continuidad, así que pueden darle una leidita chiquita para que entiendan lo de este cap. Ahora sí, gracias por estar aquí, besos y disfruten...
¿Era normal comparar tu vida con la de otros cuando la tuya iba mal?
Porque sonaba realmente espantoso, pero son las ideas que pueden venirte a la cabeza cuando, teniendo problemas con tu familia, ves otra que no los tiene.
Eso me pasó cuando fui junto a Liv a ver a sus padres. El día anterior había pasado toda la tarde y noche conversando con ella y Rafael cuando recibió una llamada de sus padres anunciando su llegada a Toronto, pues no habían podido estar por un viaje laboral.
A sus padres los había conocido meses atrás. Con cada visita descubrí que eran muy unidos, muy extraños, y muy buenas personas. Cero prejuicios y centenares de cariño. Parecían una familia ideal. Ni tan perfecta, ni tan imperfecta, si es que eso tenía algún sentido, pero algo sí era obvio frente a los ojos de cualquiera: Se querían con todo el corazón.
Liv me invitó a su pequeño encuentro así que en ese momento me encontraba junto a ellos en uno de los salones, conversando y riendo. El verlos, tan unidos y felices, hizo que una pregunta automáticamente inundara mi mente.
¿Qué hubiese pasado si...?
Qué hubiese pasado si mi infancia hubiese sido distinta. Si jamás me hubiese mudado a Toronto con mi mamá. Si en ese momento hubiese estado en Vancouver con mis padres juntos.
Qué hubiese sucedido si los hechos se hubiesen dado de otra forma... pero pensar en el hubiera era tan inútil como desesperanzador.
Yo sí tenía una especie de familia, por más que estaba furiosa con ellos. Y fue cuando vi a Liv abrazar a su mamá que recordé la última conversación que había tenido con la mía. Me había hablado de Marco. Y fue cuando vi a mi amiga abrazar a su papá que decidí hacer algo que no se me había ocurrido en ningún momento de esos meses.
Había ido allí a distraerme, y terminé teniendo un impulso de hacer lo que menos pensaba.
Les dije que debía irme, que podía regresar a casa sola, y les agradecí por haberme hecho sentir amada una vez más.
Caminé por la entrada hasta salir por el portón a la calle de la urbanización e hice un pequeño escaneo por las aceras. No había autos, todos los que podían poseer los vecinos de mi amiga los debían guardar dentro de sus enormes casas. Por eso me llamó la atención el auto negro que sí estaba detenido.
Edward.
Usualmente me habría enfadado; ese día no odié verlo allí. Cuando me vio cruzar la calle con una decisión sospechosa, bajó del auto.
Me planté frente a él y lo que dije a continuación lo sorprendió tanto como a mí:
—Llévame con él.
No hacía falta que dijera más. Creo que fue bastante evidente a quién me refería, pero aún así entornó un poco los ojos y me vio con duda.
—Por favor, llévame con Antonio —utilicé por primera vez el nuevo nombre de mi padre.
Al oírlo, Edward pareció espabilar. Como si la burbuja de incertidumbre se hubiera reventado con un gran y puntiagudo alfiler, que de paso me clavó el pecho por la mención de quién era mi padre.
Asintió y me abrió la puerta trasera del coche negro que, en todo el tiempo que llevaba con vida, jamás había pisado, pero que siempre había tenido de sombra. Extraño, ¿no?
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ABISMO © [Disponible en físico]
Romance¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no quiere caer por él. Él quiere recuperarla. Dos promesas en guerra. Solo una puede cumplirse. Tras descubrir la verdad, Ava ha decidido empezar una nueva vida libre de secretos y lejos de qui...