Capítulo 29

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El cambio de hora entre Toronto y Vancouver, por más que era de solo unas horas, hizo que me levantara más temprano, por lo que salí al pequeño balcón que tenía una de las habitaciones. No podría dormir más. Me senté con una manta sobre mis piernas y el oso de peluche entre ellas.

Lo veía directo al vidrio opaco de sus ojos, acariciaba las puntas endurecidas de su pelaje. Pero al hacerlo en la pierna sentí una textura distinta. Me fijé en ella y ver mis iniciales me detuvo el corazón: AH. Las iniciales con las que solía identificarme.

Sentí toques en mi puerta y me volví sobre mi hombro para hallar a mi abuela asomándose.

Buongiorno, amore. —Entró con una bandeja—. Te traje un cappuccino, un cornetto al cioccolato, algunas frutas y, obviamente, un beso de la abuela. —Me besó la frente.

—No es mentira que las abuelas aman dar de comer —reí—. Grazie, nonna.

—Es para engordar a nuestros nietos tanto como nosotras lo estamos —rio sentándose a mi costado y notó el peluche—. No puede ser... No lo veo hace años. Te encantaba esa cosa.

—Lo escondí en casa antes de irnos y lo recuperé ayer —se lo tendí—. Lo recordaba más lindo.

—Todo es más lindo cuando se ve a través de los ojos de un niño. —Me alcanzó la taza y di un sorbo antes de pensar más en sus palabras.

—¿Todo...? ¿Qué hay de la relación de mamá y papá? ¿Realmente fue tan linda como la recuerdo?

—Tus padres se amaron en algún momento, pero las cosas cambiaron, Ava. De lo que estoy segura es de cuánto te amaron a ti. Eran capaces de mover la luna si eso implicaba que tú estuvieras bien. —Posó su mano en mi rodilla—. No todos han tenido padres así.

—Pero el amor de familia es distinto al de pareja.

—Y creo que eso tú ya lo sabes como el resto de nosotros. —Señaló con un movimiento de cabeza el jardín trasero, donde Derek estaba sentado y concentrado en su ordenador.

Sí, Derek también pasó la noche en casa de mi nonna.

—Nosotros no estamos juntos —dije removiéndome en mi asiento.

—¿Y él lo sabe? —Levantó las cejas—. Incluso, ¿ lo sabes?

—Yo... Yo no sé nada. Esto es nuevo para mí. Él es mi primer amor. Se supone que tendré más, ¿cierto? La gente suele decir eso.

Ella soltó una suave risa.

—¿Tú crees que la gente tiene idea de lo que dice? Todos estamos improvisando en esta vida. No te guíes del resto, guíate siempre de lo que sientes. —Señaló con la cabeza a Derek—. Y está claro lo que siente ese chico. Te ama. Lo sé por como te mira. Como si no hubiese nada más hermoso que tú. Como si fuese capaz de pararse frente al cañón de un arma solo para evitar que siquiera un pétalo te roce.

Mantuve mi vista sobre Derek y, tras sus palabras, tuve una bonita sensación en el estómago.

—Y tú sientes lo mismo. —Colocó su mano sobre la mía—. Lo veo.

Asentí algo nerviosa, y a pesar de no decir nada, mi abuela entendió que algo sucedía conmigo.

—No te pongas presión —dijo, más calmada—. Primero cura tus heridas. Tómate todo el tiempo que necesites para que tú estés bien porque al final es eso lo que importa. Cuando te sientas lista, verás si quieres estar con él o no. Y, si las cosas salen bien, no volverán a separarse. Como tu abuelo y yo.

—¿Entonces ustedes se separaron?

—Él fue mi primer y último amor —contó, entrelazando sus manos sobre su vientre, y levantó una ceja—, pero no el único. Yo de joven sí que disfruté.

ABISMO © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora