No me gustaba pensar de la felicidad como un estado permanente, era imposible ser feliz siempre, pero en ese momento, en aquella cafetería, lo era.
Estaba en ELE, colocando varias bebidas en una bandeja. Salí de detrás de la barra y me acerqué a la pequeña mesa que estaba rodeada por tres sofás. En el grande estaban Liv, Leo, Becca, en uno más pequeño, Polo y Rafael, y en uno individual, Derek.
Parecía una reunión familiar.
—Yo digo que apenas le quiten el yeso a Keller, ¡nos vamos todos a Hawái! —Vi a Liv levantar los brazos con emoción.
—Es solo un yeso —le dijo Becca—. Cuando te quitas una bandita, ¿acaso vas a Nueva York a celebrar tu dedo?
Y como cualquier reunión familiar, había problemas. Liv y Becca volvieron a odiarse como si nunca se hubiesen abrazado —yo aún seguía en shock por eso—, Polo parecía que se electrocutaba de vez en cuando por tener el brazo de Rafael estirado tras su espalda —no entendía qué pasaba ahí tampoco—, y ellos dos eran los mismos que le guardaban rencor a Derek como si fuesen mis dos hermanos mayores.
—Derek tiene fisioterapia después, Liv —dije, apoyando la bandeja en la mesa—. Un viaje no es una buena idea.
—Bueno, bueno. Entonces Hawái no... ¿Otra cosa que podríamos hacer? ¿Limpieza de aura? ¿Una clase de cocina? ¡Oh! Podemos ir a un pequeño teatro donde recitan poemas espontáneos y chasquean los dedos para...
—Cállate —dijo Becca, tomando la bebida de Liv para meterle la pajilla de metal en la boca y obligarla a beber.
—Ey, decrépita, ¿quién te crees tú para... —Se detuvo al sentir el sabor del batido en su boca—. ¡Uhm, kiwi! mi favorito —y siguió bebiendo sin problema alguno.
Yo tomé asiento en el borde del sillón donde estaba Derek. Su pierna se encontraba estirada sobre un pequeño banquito. Intentaba rascar el interior, pero no era capaz. Sus ojos se abrieron como los de un depredador cuando notó los sorbetes de metal que estaban en la mesa. Quiso acercarse y agarrar uno, pero fui más rápida y lo detuve.
—Deja los sorbetes en paz —advertí levantando las cejas, y él me vio, retador.
—Odio esta mierda. Me pica.
—Te aguantas. Una vez vi una noticia que alguien se rascó con un lápiz. Se quedó adentro y se pudrió.
Rodó los ojos con un suspiro y apoyó su cabeza en el respaldo para verme.
—¿Cuándo debes ir al hospital? —le pregunté, mientras escuchaba al resto empezar a hablar entre ellos.
—Mañana por la mañana. —Pasó un brazo por mi cintura y me sonrió—. ¿Vienes conmigo?
—Me encantaría pero tengo clases. Ya he faltado mucho al curso de Fotografía. Tengo que darle más importancia estos meses.
—En ese caso... —Me jaló hasta que quedé sentada en su regazo—. Te quedas aquí conmigo.
—Estoy en el trabajo —reí.
—Ya está por terminar tu turno —habló y en un tono insinuador dijo—: Yo digo que podríamos ir al departamento y...
—¿Y? Nada de nada. —Enumeré con mis dedos—. Número uno: Estás enyesado.
—Pero no inválido.
—Y número dos: No puedo. Estoy esperando a alguien.
Derek frunció el ceño, pero antes de poder explicarle, como si hubiese sido sincronizado, entró al café la misma persona que lo había hecho unos meses atrás.
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ABISMO © [Disponible en físico]
Romance¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no quiere caer por él. Él quiere recuperarla. Dos promesas en guerra. Solo una puede cumplirse. Tras descubrir la verdad, Ava ha decidido empezar una nueva vida libre de secretos y lejos de qui...