CAPITULO 1 | PARTE 2

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LISA.

Las imágenes pasaban a máxima velocidad a través de las pequeñas ventanas del coche.

"Lisa, somos de quienes conocen nuestros puntos débiles y no los tocan, los cuidan".

El velocímetro estaba recogiendo los datos el sensor, 457 km/h (284 mph).

"Y hacer el amor contigo, sin dudas, estar entre tus brazos y las sábanas ha sido la forma para mi de definir el cielo".

—¡SEÑORAS Y SEÑORES, SOLO QUEDA LA ÚLTIMA VUELTA!

Pisé el embrague con fuerza potenciando la caja de cambios y di de lleno al acelerador hasta darlo en el tope de su máxima velocidad.

"Y podría decirte muchísimas cosas más, pero si te fijas en la forma en la que te miro, ya deberías saberlo todo".

Rápidamente vi de reojo como la enorme pantalla indicaba con color rojo casi el final de las doscientas vueltas. Un último cero más, solo uno.

—ESTAMOS INGRESANDO A LA ÚLTIMA PARTE DE LA CARRERA, CON SÓLO TRES MINUTOS Y MEDIOS PARA LA FINAL.

No quedaba nada, una última pisada, atravesar una asquerosa línea blanca en el suelo que me daría el pase para las preleminares y estaba.

Afilé mi mirada hacia el frente, relamí mis labios apretando con mayor presión mis manos hacia el volante mientras intentaba parar mi mente; pero una oleada de pétalos blancos me golpeó negándome a olvidarla.

Ella.

—¡Y MANOBAN QUEDA PRIMERA EN LA COMPETENCIA!

Necesité escuchar solo eso para soltar el acelerador y quitar mis manos de la calurosa tela en forma de guantes que me envolvía.

Estacioné el coche casi al final de la pista, desabroché el cinturón y cerré los ojos.

Exhalé calmada.

Abrí la puerta y bajé chocando mis ojos con los infernales reflectores blancos.

Pero que mierda.

El ruido de los demás coches se hizo presente levantando un poco de tierra del asfalto junto con las cornetas que indicaban en final de la competencia.

—Joder Manoban—unas pisadas muy conocidas llegaron para traerme una caja de cigarros—lo has hecho de maravillas—me quité el casco y acomodé un poco el cabello mirando bajamente y sosteniéndolo en mano.

Iba a tomar un fino y alargado papelillo para encenderlo y calmarme, pero, tuvo que aparecer el menos indicado a estorbar mi tiempo.

—¿Es en serio Manoban? ¿De nuevo vuelves a fumar cuando apenas has terminado de competir? ¿Qué prentendes? ¿Morir?

—Quizás.

—Me preocupo por ti, ¿ves? Eres la única con la que realmente puedo conducir decente ya que el resto son puros idiotas. No te mates, me aburriré demasiado—no respondí.

Estiré mi espalda haciéndola sonar y levanté un poco mi manga viendo la hora, se me hacía tarde.

—Buena carrera, ¿no crees?

—Creo que tú eres lamentable—miré a Harai indicando para irnos, arrojé el casco dentro del coche para que se lo llevaran y me bajé un poco el cierre del engomado mameluco.

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