CAPITULO 28

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JENNIE.

—¡Joder!—golpeé la puerta apenas entré—¡si serás tonta, Jennie! ¡Si serás tonta! ¿¿Ir a buscarla?? ¿¿A hablarle?? ¡¿Para qué?! ¡Dios!—quité mis zapatos lanzándolos lejos.

Lo que menos necesitaba en estos momentos eran unos jodidos tacos.

Kuma no estaba, mejor. No quería que me viera así.

¿Qué? ¿Creían qué también me he vuelto loca con mi perro? Seré de todo pero jamás mala madre.

—¿¿Qué esperabas??—me desordené el cabello agotada mentalmente.

Que dijera que era mentira, que no cree esas cosas de mi.

Cortocircuitos.

Eres una inútil. Ya sabes la historia. ¿Para qué vuelves a restregártela nuevamente?

—¡Maldita seas, Lisa. Vuelve al jodido infierno del que has salido!

Pero si tú también perteneces a allí.

—Pero yo formo parte de otro. ¡Ahg! ¡Dios!—terminé por despeinarme.

Y cómo era de esperarme, los dolores de cabeza no tardaron en regresar.

Las estúpidas voces, ya me tienen en el borde.

—Lisa, Lisa—repetí molesta—¡Mierda!

"Eres una carga, Jennie".

—No, no, no, ¡no!

"Una buena para nada que solo cae en problemas".

—¡Basta!

FLASHBACK.

—Si Rosie.

—¿Pero estás segura que no quieres qué te acompañé?

—No, descuida. Esta por llegar Lisa. Tranquila.

—Vale—se relajó—cualquier cosa me dices, ¿va? Estaré con Irene.

—Que si, que si—su suave risa perforó la línea—oh, ahí está viniendo. Hablamos luego.

—Venga Jen, un beso—colgué.

Y no sé porqué pero, me puse nerviosa.

Supongo por verla después de haberle dejado, o por la culpa que eso me estaba generando. De cualquier manera, era Lisa. Debía relajarme, la conocía, me conocía.

Y juré que nada había cambiado.

Total, habían pasado apenas cuatro días.
Eso se suponía, ¿no?

—Hey—hablé cuando llegó teniéndome delante.

Parecía como si se había puesto de acuerdo con el clima, ambos veían iguales. Incluyendo que combinaba con la expresión de su rostro.

—¿Entramos?—fue lo primero en decir sin saludarme, pero igualmente me lo tomé como uno.

Horquideas azules.

Nuestros zapatos iban pisando los pequeños charcos que aún quedaban de la tormenta del día anterior.

Remojando las plataformas completas, recorrimos toda la senda hasta llegar a verla a ella.

—Hoy hace frío—se decidió por hablar rompiendo el largo hilo de silencio que ambas trajimos.

—Si, bastante—vi como suspiró profundo y asintió—¿cómo estás?

—Meh, común—se agachó a dejar unas flores—¿tu?—las intentó acomodar para que quedaran bonitas—siempre he creído que traerles flores a un muerto no tiene sentido, pero bueno.

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