CAPITULO 22

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JENNIE.

—Recuerda que mañana tienes cita con Anke Park. Pidió para hablar contigo. Viene a la oficina a las diez de la mañana. Tendrías que ir a dormir.

—No, no quiero dormir.

Dormir se había vuelto mi peor martirio.
Las pesadillas habían regresado pero con más poder que antes.

—Bueno, pero tampoco puedes vivir encerrada dentro de estas cuatro paredes esquivando la vida misma, Jennie. Te convertirás en tu madre.

Aquello fue un golpe de realidad.
Duro y tajante.

—Creo que hasta Elsa podría haber hecho las cosas mejores que yo. Quizá ella podría haber—

—No, no te lamentes ni te compares. Tu madre hizo lo suyo, fue el producto de las decisiones que tomó, siendo que en muchas yo no estuve a favor—levanté la mirada hacia el—Ella solía contarme la mayoría de las cosas Jennie, teníamos mucha confianza, más de la que te imaginas. Tu madre fue una mujer... complicada. Y eso la hizo tan especial y distinta pero, no supo elegir bien, se equivocó y en vez de querer cambiarlo, se quedó en el molde. Por los motivos que hayan sido; pero, no tienes porqué ser igual a ella. No sabiendo todo lo que vino y sucedió después.

Elsa... el recuerdo de ella se perdía cada día más.

Lo único que recordaba con precisión exacta era el sonido de sus tacones resonando en mi infancia.

—Apoyo moral a esta hora. Estupendo—ironicé sin querer pensar un gramo de nada—ve, yo seguiré aquí. Por lo menos esto me mantiene despierta.

—¿Segura? Puedo encargarme yo mismo; sabes que no tengo problema con na—

—Yo me ocupo.

—Pero es tarde cariño, deberías ir a tu casa a descansar. Ya están por ser las once casi, en serio te digo. No hace falta que te quedes, yo mañana mismo...

Su voz se perdió en la habitación.

Respiré pesado soltando todo el aire que estaba conteniendo y me quedé mirando hacia un punto fijo mientras dejaba apoyando mis dedos sobre el ordenador sin sentirlo realmente.

Había estado toda la mañana internada dentro de la oficina trabajando; apenas había frenado para ir al baño cada tanto y atender una llamada de GD, pero fuera de eso, me mantuve pegada a esta silla como si tuviera pegamento sobre el asiento mismo.

Pero trabajar tanto de cierta forma me ocupaba la mente, y eso era exactamente lo que necesitaba hacer para que no me diera un brote psicológico; la tenía que mantener como fuera puesta en algo.
Y el trabajo, era mi única y mejor opción.

¿Cómo se sigue viva cuando el alma se quiebra? La gente enaltece el morir por amor, pero joder, no saben que la verdadera valentía es vivir, vivir después de un maldito corazón roto; porque morir es instantáneo, pero la vida dura justamente eso... todo una vida. Toda una estúpida vida sin ella.
Así que dime, ¿cómo?

—Jennie, ¿estás escuchándome?

—Harry, ve a casa. Yo me quedaré un rato más—su suspiro agotado me indicó que se había rendido de hablar conmigo. Asintió y acotó:

—De acuerdo, cualquier cosa me avisas—se acercó a saludarme y tomó de mi hombro izquierdo—te veo mañana. Cuídate.

—Deja la puerta abierta, no hay nadie, no hace falta que la cierres.

—De acuerdo—concluyó tomando sus cosas y largándose del lugar.

Dirigí mi vista hacia el ventanal, apenas la luz amarilla del mueble de atrás cubría un cuarto de la sala. El pasillo se veía apagado y todo se mantenía en pulcro silencio.

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