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El sonido del timbre los interrumpió, uno feliz de no tener que contestar al menor sobre sus cartas y el otro con un pucherito porque tendría que esperar al lunes pues aunque tenía el número de JungKook, él le dijo que no hablaría de eso por teléfono.
- Yo... Adiós, Hyung. - Con una oleada de valentía dejó un pequeño besito en la mejilla del pelinegro y salió corriendo como un tomate. - ¡Descanse bien, Hyung!
El mayor estaba en shock, a nada de desmayarse, ¿Alguien sabe cómo despertarlo? Si no, el truco es hacer que vea como su TaeHyung abraza a otros hombres, como ahorita.
- ¡Hyungs! ¡Hyungs, tengo un nuevo amiguito! - Llegó saltando al encuentro con sus amigos, debía contarles que seguro y le daban muchos mimos. - ¡Me trata muy bonito! ¡Él dice que soy muy bonito y por eso debe trátame así!
- ¿De verdad, TaTa? Si te hace algo malo, sí sabes que nosotros entramos el lunes, ¿No? Podemos ponerlo en su lugar. - El mayor de los tres retiró la pesada mochila de sus hombros para colocarla en los propios.
- Él nunca me lastimaría, ya confío mucho en el ¡Así de bueno es!
- Bueno, míster popular, sube al coche que mi mamá te preparó tu comida favorita. - ¿Es siquiera humanamente posible que alguien se meta a un auto con esa velocidad?
JungKook con una repentina posesividad pero con una sonrisa por los nuevos recuerdos que cuidaría por siempre, subió a su motocicleta.
Próximamente traería el carro para llevar a su Tae a dónde el menor quiera.
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