capítulo 4

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No tenía idea de cuántas horas llevaba en ese lugar, pero sabía que eran las suficientes para notar que estaba oscureciendo por las rejillas de la madera que me rodeaba, que estaba muerta de hambre, frío y quería tomar una ducha de tres horas con jabón antiséptico.

Me moví sobre mi trasero, intentando adaptar una forma en que ya no me doliera el cuerpo, cuando un celular sonó y por supuesto no era el mío, era el de Louis.

—¿Bueno?—dijo, llevándoselo al oído. Esperó un par de segundos escuchar lo que le decían del otro lado y me miró.—Está bien. Y no, no diré nada.

Volvió su vista completamente hacía mí, su inexpresivo rostro se veía aún más duro en la oscuridad, guardó el celular en su pantalón y se acercó a donde yo seguí sentada.

—Arriba, nos vamos.— indicó, levantándome  bruscamente del brazo.
—¿Por qué mierda no me tratas con un poco más de delicadeza?—me quejé.

Él me miró por el rabillo de su ojo y suspiró.

—¿Por qué habría de tratarte con delicadeza? no me da la gana Camila, estás secuestrada. Te voy a asesinar, ¿Entiendes?

Lo miré con repudio y apretó más su mano en mi brazo, me subió a la camioneta que estaba afuera. Dió la vuelta, se subió y emprendió el motor sacándonos a la carretera.

—¿Adónde vamos?—pregunté, observando como manejaba.
—Aun lugar.—respondió,con los ojos puestos en la carretera.
—Mmm, pensé que iba a la luna.—arremetí con ironía.—¿Qué lugar?
—Dios, Camila a un lugar. Me dices si quieres quedarte sola en el granero para devolverme, no estamos tan lejos.—escupió, sin verme.

Me quedé en silencio viendo por la ventana en vez de verlo a él, ignorarme. No tenía la menor idea de a dónde iba, ni siquiera sabía dónde estaba, no sabía si mis padres sabían o quizás el mundo entero me estaría buscando o simplemente el show de Isabella había sido cancelado. No lo sabía, solo quería ir a casa u que ésta pesadilla terminara lo más pronto posible o me volvería loca.

Louis, así se llamaba el chico Misterio, mi secuestrador. No tenía idea de que edad tuviera, quizás rodeando los 24, pero era guapo, eso no podía negarlo desde el primer día que lo ví observándome afuera de la boutique de Rosalba. Por su atractivo y probablemente el peso de su mirada, me había causado tanto desconcierto e impresión. Llegando al punto de que mi mejor amiga me llamara "Loca"cuando le dije que lo viera y no estaba. Lo miré a mi lado, con si rostro inexpresivo pero realativamente dulce, ¿Por qué decidió vivir en esto? ¡Es un asesino!

—¿Puedo preguntarte algo?—murmuré, esperando una reacción negativa.
—Claro.
—¿Tienes familia?

Se quedó en silencio un momento y tosió para aclarar su voz.

—La tuve.—contestó, tanjante. Mucho más de lo normal. Mi pulso se aceleró.
—¿Tuviste?—repetí.— ¿Qué sucedió?—indagué, tratando de encontrar su mirada pero era imposible.—¿No has pensado abandonar ésta vida?

El soltó una fugaz risa amarga.

—N sabes lo que me trajo a hacer esto.—contestó.—Hemos llegado.

Él detuvo el auto apagando el motor, se bajó y caminó hasta mi puerta, y me miró a los ojos un par de segundos antes de  abrirme y ayudarme a bajar.

Como si intentara ver más allá que mis ojos, cómo si intentara inmiscuirse en mis pensamientos y dominarlos por completo. Sentí mi corazón de pronto aumentar su pulso, dándome a entender que estaba rendida. Quizás rendida al miedo, o rendida a la absurda posibilidad de que él, Louis, no fuese tan malo como aparentaba.

EDITADA. Stockholm Syndrome  |  Louis Tomlinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora