Capítulo 30

127 12 0
                                    

Me había enterado que mi padre  quería matarme por una razón la cual desconocía ya que Liam, no me quería revelar  puesto que llevaba una semana en Inglaterra haciendo trabajos. Eso no había calmado mis interrogantes, al contrario  esperaba con ansias que llegara y me dijera absolutamente todo así tuviera que arrodillarme ante sus pies, debía y necesitaba saber las retorcidas razones de Jhonny Parker.

Hacían tres meses y medio que estaba con viviendo con las personas que en un principio tenían planeando matarme  y aprovechando que Zayn, Niall, Kat la hermana de Niall y Harry habían salido a un club nocturno, Louis tenía planeado salir a cenar y tener un momento para los dos.

—¿Camila estás lista?—gritó desde abajo.

Sonreí y me aseguré por última vez en el espejo el lindo vestido azul ceñido que Harry y Zayn me habían obsequiado por mi décimo noveno cumpleaños un par de días atrás con un blazer blanco. Puse un poco de brillo labial transparente y volví a mirarme. Era aun un poco raro tener el cabello castaño muy claro, y por supuesto todavía era nuevo para mí, trataba de acostumbrarme pero no me quejaba, me gustaba así. Si aquella chica mala se había muerto, había renacido una nueva. Ya no era Blancanieves.

—¿Ahora como te llamaré? Pero debo decir que me encanta tu cabello claro, eres hermosa de cualquier modo ¿Lo sabías?—dijo sentando en el sofá de la sala.

Se veía apuesto y quizá más joven, su cabello había crecido un poco y tapaba su frente con algunos mechones cortos sobresaliendo, tenía su barba rasposa corta. Llevaba un par de vaqueros negros, zapatillas deportivas  reluciente, camiseta blanca cubierta por una chaqueta negra que enrolló hasta los codos. Pero había algo mas llamativo en él, lo mas importante.

Su deslumbrante y risueña sonrisa.

Se levantó y me tomó por un brazo girandome para verme.

—¡Oh vamos!—dije sin dejar de reír—. Vamos, se hace tarde.
—¿Me das un beso antes?—susurró.

Me agarró por la cintura y me apegó a él solo dando pequeños besos en la comisura de mis labios.

—Vamos Louis, se hace tarde.—susurré, entre esos pequeños besos. 

De algún modo sus besos y caricias ya no las sentía tan amorosas. Desde luego que las sentía de esa manera porque lo quería, pero era un sentimiento desconocido que invadía mi cuerpo cuando se acercaba mucho a mí. Mi cuerpo lo empezaba a desear ¿Era malo? No era malo,  pero mi cuerpo empezaba a por primera vez expermientar cosas que no me asustaban como antes. Cosas que les tuve pánico durante mucho tiempo pero que ahora con toda la fluidez y seguridad que tenía con él se manifestaban. Hormonas, se llaman.

—Arruinas el momento.—dijo, fingiendo indignación.

Empezó a caminar delante de mí sosteniendo mi mano dentro de la suya para poder darnos ese merecido tiempo. Más tarde habíamos llegado a un restaurante de comida japonesa porque en todo el camino le había pedido a Louis, que quería comer sushi aunque a él no le daba mucha emoción comer “pescado crudo”.

—Oh vamos Louis, hay algunos que son cocidos, no todos son crudos.—le dije, viendo la carta.
—Cam.. Mira eso, que asco. Por esas cosas duré un año enojado con Harry.—Louis bufó, y tendió la carta sobre la mesa.
—Te prometo que te gustará—le prometí—. Si te gusta, al llegar tendrás que sorprenderme con algo porque habría ganado ¿Vale?—dije divertida. El seguía con los brazos cruzados viéndome fijamente hasta que suspiró y se enderezó.
—Vale, pero estoy seguro que no me gustará. Harry se quedó con un mechón menos de cabello por hacerme comer eso.

Una chica rubia alta y curvilínea con traje japonés se acercó a nosotros con una libreta y lápiz en mano para tomarnos la orden.

Tempurizados número diez.—le pedí, tratando de ser amable  incluso viendo como se le tiraba a Louis y él le seguía el juego.
—¿Dos?—preguntó, y siguió mirando a Louis. Sentí que la sangre se me estaba acumulando en algún lugar de mi cuerpo. ¿Disculpa? ¡Estoy acá!
—Sí.
—¿Qué tipo de bebidas?
—Vino Blanco.—dijo Louis, dirigiendo su mirada a la mía. Estaba tan enojada que  si realmente las miradas pudiesen matar, él estuviese muerto.
—¿Eso es todo?—preguntó la rubia, ésta vez hacía Louis. El asintió y guiñó un ojo para darle paso a la chica que iba a por nuestro pedido.
—Oye Princesa ¿puedo seguir llamándote Blancanieves?—preguntó sereno.
—¿Por qué no se lo dices a la estúpida camarera rubia?—dije sin mirarlo. Él se rió y estiró su mano buena por encima de la mesa para rozar sus dedos con los míos. Algo que olvidaba realmente era que su otra mano se estaba curando de un esguince por haber golpeado una pared el otro día en el hospital.
—Venga ya, qué celosa eres Princesa.
—Eres un idiota. Ya no quiero quedarme aquí. ¿Qué clase de idiota crees que soy? Por eso es que no me gustaba tener..
—¡Cam basta! Estaba bromeando, quería ver que tan celosa podrías estar.—rió.
—¿No sabes que  una de las leyes del mundo es que no debes poner celosa a una mujer?
—¿Quién dijo eso y qué leyes?—habló, frunciendo el ceño gracioso. Quería reírme pero debía aguantar.
—Según yo.—dije viendo a otro lado.
—¿Sabes? No quiero pagar por esto ¿Qué tal si lo llevamos a casa?—dijo. Enseguida volteé y vi ese brillo chispeante de diversión en sus ojos.
—¿A qué te refieres?
—De acuerdo ya que hay tanta gente,vamos a pedir la cuenta en la caja.
—Louis..
—Será divertido, prometo que no será nada grande.

EDITADA. Stockholm Syndrome  |  Louis Tomlinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora