Capítulo 31

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Nuevamente en casa después de recorrer un largo pero confortable camino, si repasaba lo que había hecho, el perfecto nombre de aquello era Asalto. Y por casi matar a alguien, se le agregaba homicidio no cometido porque notablemente nadie había salido herido. Lo más interesante de lo que acababa de hacer, era lo excitante que me había parecido manipular un arma, apuntarle a alguien y sentirme poderosa. Cabía destacar que en cierto modo aún me parecía horrible, solo que no tanto.

Entre tanto, Louis trataba de abrir la puerta principal pero inútilmente la puerta seguia cerrada, mientras que el friolento viento nos iba congelando los sentidos poco a poco.

-Me estoy congelando, date prisa. ¿Son las llaves no?-dije, viendo cómo sus intentos eran fallidos.
-¡Lo son!-chilló sofocado.
-Déjame intentar con las mías.

Él se apartó y con solo una vuelta al cerrojo la puerta se abrió con un chasquido, le sonreí con satisfacción y a continuación nos echamos en el sofá.

-Sería gentil de tu parte ya que literalmente me obligaste a asaltar a un restaurante, que trajeras los platos de la cocina.-dije, a Louis sentado a mi lado con los ojos cerrados.
-No tengo hambre la verdad.-susurró abriendo los ojos hacía mí.

Se enderezó y me haló hacia él tirándome encima, bajo la delgada tela de su camiseta podía sentir el calor de su cuerpo y todos sus músculos tensos. Se inclinó un poco y posó sus labios en los míos de una manera suave y delicada, sentí su corazón palpitarle tan rápido que por un momento pensé que se saldría. Cosa que no podía pasar. Sentí sus manos descender suave hasta mi espalda baja, las yemas de sus dedos haciendo cosquillas por su suavidad y frialdad.
Yo lo quería y claro que sabía que tenía que ser ahí, ese momento. No podía ni quería esperar un día más, siquiera una hora más. Técnicamente podíamos morir al día siguiente y ni el mismo Dios me perdonaría el haber perdido la oportunidad de conocer el amor real, de hacerlo y de sentirlo en su mayor esplendor.

Me dejó de besar y ambos respiramos con dificultad, reímos y no por el hecho de una atmósfera incómoda, sino porque lo que se desprendía en el pequeño espacio libre entre su cuerpo y el mío era algo sin nombre existente en la tierra que pudiésemos emplear para describirlo. Se sentó haciendo que quedara sentada sobre él, si no fuera necesario él no dijo nada solo sonreía, tenía un brillo chispeante y encantador en sus ojos que probablemente yo también tenía. Por dentro los nervios estaban allí, latentes a salir en cualquier segundo, debatiéndose con la lujuria que también salía de mí. Temblorosa de estropear todo en solo un movimiento o incluso de que la sombra de la pequeña Camila opacara el momento, pero él lo hacía todo tranquilo y relajante. Oh, demonios, cómo lo amaba.

Pasé mis manos por debajo de su camiseta sintiendo el terreno de su abdomen marcado, se la quité con cuidado. Su cabello se había regado en su frente y él solo había sonreído y besado mi frente. Admiré en silencio cada uno de sus tatuajes en el pecho y los brazos, aquellos enigmas que tendrían algún significado para él pero algo desconocido para mí, vi como su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración irregular y no sabía por qué; Pasé mi dedo índice remarcando sus abdominales como un artista plástico dándole los últimos toques a su obra maestra. Louis era la mía y era más un regalo de Dios.

-¿Quieres realmente hacer esto?-interrogó, sonriendo. Yo seguí acariciando su abdomen y disfrutando de tratar de adivinar aquellas marcas de tinta.

No le contesté pero besé su mejilla, nunca habíamos llegado tan lejos. De hecho era demasiado. Yo tenía pavor de que alguien me tocara así que él desde un principio había respetado eso. Louis sonrió y pasó su mano por mi espalda haciendo descender el cierre del vestido, las yemas de sus dedos acariciaron mi espalda haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera ante su delicioso y suave tacto. Algo que se había esfumado de mi mente era que no llevaba brasier por el modelo del vestido, y sentí como mis mejillas se pintaban de rosado al ver la sonrisa de satisfacción de él al sentir mi espalda lisa y sin nada.

Desnuda.

"Labios rojos como la sangre; piel blanca como la nieve,cabello negro como el ébano. Su nombre era Blancanieves."

Sonreí al ver que era una frase del cuento, lo que Louis había recitado.

-Aunque ya no tienes el cabello negro, eres una princesa. No soy un Príncipe ni te puedo ofrecer castillos, pero lo mejor de este cuento, es que es mi cuento.

Empezó a deslizar el vestido poco a poco hacía abajo hasta mi torso haciendo que mi corazón palpitara como caballos galopando en mi pecho, deslizó sus dedos desde mi hombro derecho haciendo un camino hasta el espacio entre mis senos. Joder, me sentía vagamente enfadada conmigo misma porque sentía que de alguna manera estaba traicionando aquella promesa de que nadie me tocaría hasta el día que me casase, pero todo eso lo había enterrado. Me encantaba admirar su pecho, subiendo y bajando en un vaivén de respiraciones descontroladas por mí, nuevamente tracé un camino de caricias con mi dedo índice desde su pecho hasta su pelvis donde descansaban sus vaqueros, sintiendo esa firme piel de su abdomen; Desabotoné sus vaqueros y la cremallera. Todo él era hermoso, su abdomen, sus ojos, su boca, sus brazos.. Era ese tipo de chicos con aspecto de Ángel casi irreal.

-Camila espera.-dijo, sentándose derecho frente a mí. ¿Qué hice mal? Moriré seguro.
-¿Qué pasa?-pregunté, con un nudo en mi garganta.
-Si de veras haremos esto, déjame admirar cada centímetro de ti. Por más cursi que suene.-dijo.

Me cargó al estilo nupcial y subió las escaleras depositándome en la cama de la habitación donde dormíamos. No dejaba de sonreír y yo tampoco aunque estuviera nerviosa; se sentó justo en frente de mí y a duras penas podía verle la cara. ¿Qué mierda va a hacer?

-Cam, alza un poco las caderas.-me ordenó, con voz suave. Alzé las caderas haciendo un mini arco con mi cuerpo y deslizó todo mi vestido sacándolo de mi cuerpo junto también al liguero y el arma.

Ahora sí, era real y lo podía sentir. El frío natural de la habitación rozando cada parte de mi cuerpo desnudo yaciendo sobre los cobertores. Sintiendo mi cuerpo y mi alma expuestos a él para que hiciera con ellos lo que quisiera. Incluso destruirlos.

-Linda ropa interior.-susurró.

Sentí como mis mejillas ardían y pronto lo haría mi cuerpo, se acostó a mi lado con tan solo sus vaqueros desabrochados, y empezo a trazar circulos y cualquier otra figura existente sobre mi abdomen con los dedos de su mano no tan chueca. Me reí al ver que él solo me acariciaba y sonreía sin emitir ningún sonido. Solo sonreía y me acariciaba con amor y dulzura.

-¿Qué haces?-le pregunté, entre risitas.
-Admirando cada centímetro de tu piel.
-Oh.. Bien.-dije al fin.
-Camila, ¿Estás segura?-cuestionó-.No quiero lastimarte, ni forzarte a nada. Sé que es lo más lejos que hemos llegado, de verdad muero por este momento pero si no estás lista, pararé.-anunció.

Ví sinceridad en sus ojos, amor, cariño y respeto. Confianza innata que mi corazón desprendía solo con pensar en darle todo de mí. Sonreí, y él también, la sonrisa más dulce y risueña apareció en su rostro mientras sus ojos se surcaban minimizándose.

-Louis, hazme el amor.

EDITADA. Stockholm Syndrome  |  Louis Tomlinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora