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 Miyuki estaba sentada en un parque

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Miyuki estaba sentada en un parque. Simplemente había decidido salir. Sentía que aquella semana le había estado apretándole cada vez más del cuello y que necesitaba respirar algo de aire puro, o todo lo puro que pudiese estar el aire de aquel parque, algo apartado de las calles, y muy lejos de su hogar.

Respiró hondo, y echó el aire por la boca, apoyándose en el banco e inclinando la cabeza hacia atrás, mirando al nublado cielo. Se había puesto una vestimenta muy holgada, demasiado, para que ni ella misma pudiera distinguir la figura de su cuerpo debajo de esta.

Algunas veces le gustaba hacer eso. Irse a aquel parque alejado del centro comercial y de su piso, y tener un momento de paz con ella misma, con lo más cómodo que encontraba en su armario y que nunca usaba porque el código de vestimenta de la cafetería (que solía ser para lo único que salía de casa) no se lo permitía. Pero, ¿por qué aquel parque? Seguramente habría muchos mucho más cerca.

Ante esa pregunta que surgió de repente en su cabeza, la castaña volvió a sentarse bien, aunque a los pocos segundos se inclinó hacia delante, apoyando sus codos en sus rodillas, dejando caer las manos entre estas, mirando hacia el frente. A esa hora del día, no había casi nadie, solo algunos adultos pasando porque les sería más rápido llegar a su destino atravesando el parque que rodeándolo, y otros porque estaban acompañando a sus hijos, sobrinos, o cualquier relación que tuvieran con el niño o niña que acompañaban.

Su mirada se enfocó en un árbol en específico, que se situaba en mitad de un campo de hierba, y durante un segundo, juró que vio un grupo de jóvenes allí, riendo, aunque esa imagen le duró solo un parpadeo. Inmediatamente, sacó el móvil, y miró sus contactos, hasta que se detuvo al ver un nombre: "Nana". Dudó durante unos segundos si llamar, o ponerle un mensaje, pero al final acabó guardando de nuevo el móvil en su bolsillo, resoplando. ¿Estaría bien hablarle después de tanto tiempo?

Llevó su mano derecha a su cuello, cerrando los ojos mientras lo masajeaba un poco, notando la tensión que a lo largo de los años se había ido acumulando en ese punto, y seguramente en muchos más que ella no había llegado a descubrir.

– ¡Vamos a cenar mamá! — abrió los ojos para ver a un niño que estaba relativamente cerca, yendo con la que parecía ser su madre — ¡Seguro que mi hermanito también tiene hambre!

– Seguro — rió la mujer, pasando enfrente de ella —.

A la castaña le extrañó un poco, ya que no había ningún otro niño con ellos, pero al ver a la mujer de lejos, se percató de que su vientre estaba algo inflado.

– Oh. Está embarazada — respondió a su propia pregunta en voz alta, pues no había nadie a su alrededor —.

Eso le dio otro pensamiento. ¿Hacía cuánto que no hablaba con sus hermanos? Con su hermana era verdad de que mantenía más el contacto, aunque nunca solía ser la castaña la que iniciaba la conversación, pero, ¿su hermano menor? Hacía tiempo que no le quería ver ni en pintura. Es más, ¿cuándo fue la última vez que se preocuparon el uno por el otro como hacía aquel niño pequeño minutos antes? Debido al poco tiempo que se llevaban, la fémina no podía recordar nada del proceso de embarazo de su madre, ni cuando su hermano era un bebé, pero si que tenía marcado a fuego los recuerdos de su adolescencia con él.

Bufó, observando ahora el parque vacío frente a ella. Estaba sola de nuevo.

Por culpa de la talla extremadamente grande de su chaquetón, este se deslizó un poco por su brazo, desvelando parte de su brazo que no estaba siendo cubierto por culpa de la manga corta. Observó por unos segundos la maltratada piel a lo largo de los años, y algunas viejas marcas que ya no parecía que se irían.

Las farolas comenzaron a encender sus luces, así que lo tomó como su señal para empezar a volver a su casa. Al levantarse, notó las piernas cargadas, como si en esos momentos de paz el estrés se hubiera terminado de expandir por su cuerpo.

– ¿Hace cuánto que no lo hago? — se preguntó a si misma en voz alta, aprovechando la soledad — Siempre me ha ayudado a tranquilizarme.

Se tiró un poco del cuello de la camiseta, buscando un poco de aire. Tener el pensamiento de ir a algún bar o discoteca para finalizar su noche con alguien desconocido, por alguna razón le llenó de desagrado y culpa. Paró delante de un bar al que algunas veces había ido, y miró el interior desde fuera, algo dudosa. ¿Debería o no entrar? Nunca se había sentido culpable las otras veces que quiso hacerlo, ni cuando empezó, ni cuando lo hacía, ni cuando terminó. Al fin y al cabo, ella dejaba muy claro lo que buscaba, y no tenía problemas con los que no aceptaban. Entonces, ¿por qué ahora se sentía terriblemente mal por si quiera pensarlo? ¿Que había cambiado en su vida en ese tiempo que no lo había hecho para que su mentalidad diera ese cambio?

El camarero se fijo en ella al haber estado más de cinco minutos quieta en frente de la puerta. Le hizo un gesto de saludo, el cual Miyuki devolvió antes de retomar su camino.

Claro, ahora estaba ese maldito cliente suyo, que la había convencido para salir ya un par de veces con él. Ese maldito hombre exageradamente alto, que por alguna razón desconocida apenas se quitaba las siempre redondas gafas de sol. El pelo blanco como la nieve recién caía siempre despeinado, pero que por alguna razón no le quedaba nada mal. Los ojos que se asemejaban al cielo...

Suspiró, permitiéndole a sus mejillas colorearse de un suave color rojizo, y tironeó de las mangas de su chaqueta para no volver a ver las dolorosas marcas hasta que se tuviera que quitar la ropa para dormir. ¿Hacía cuanto que no sentía esa sensación de calor en su pecho cada vez que pensaba en alguien? ¿De verdad se merecía volver a sentirse así por alguien después del tipo de persona que era?

– Demasiadas preguntas por hoy — sintió su estómago rugir, exigiendo comida de forma urgente, ¿hacía cuánto qué no comía apropiadamente? O simplemente, ¿hacía cuánto que no comía? —. He dicho que suficiente, cerebro. 


·····


Aquella vez no había nadie para apreciar la gran cantidad de mariposas negras que revoloteaban a su alrededor.

Aquella vez no había nadie para apreciar la gran cantidad de mariposas negras que revoloteaban a su alrededor

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Miyuki se odia a si misma

𝓛𝓲𝓽𝓽𝓵𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽 | Gojo Satoru |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora