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 — No sé que hacer

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 — No sé que hacer. — dijo.

La psicóloga alzó las cejas, sorprendida. Sus ojos marrones brillaron por un instante de curiosidad, antes de cruzar las piernas y entrelazar sus manos.

— ¿Qué quieres decir? — preguntó finalmente.

Su paciente estaba tumbada en un sillón que tenía un respaldo ligeramente alzado. Le había pedido ella misma que se tendiera allí porque notaba que según avanzaban en sus sesiones se iba tensando más y más, a pesar de que intentaba no presionarla y que hablase cuando estuviese más cómoda.

Sato Miyuki era definitivamente uno de los pacientes más interesantes que había tenido en mucho tiempo. Siempre parecía tener oculto algo, aunque ni ella misma se diese cuenta.

— Mi madre me ha invitado a mi y a Satoru a una cena para "disculparse" — siguió Miyuki, haciendo las comillas con los dedos -. Y no sé que hacer.

— Comprendo — no, la verdad es que no lo hacía, pero tenía que conocer el trasfondo para dar un buen consejo —. ¿Cuáles son tus dudas?

— ¿Sabes cuál es el juego del buscaminas? Ese donde haces un clic y te aparece una serie de números que te indican cuantas minas hay cerca.

— Conque así es como se jugaba... — murmuró para si misma, antes de aclararse la garganta y asentir.

— Siento que mi relación con mi madre es como ese juego, pero sin esos números que te pueden guiar — soltó un suspiro, frotando su cara con su mano, en un intento de despejarse —. Sus reacciones siempre han sido tan... aleatorias. Podía hacer la misma cosa dos veces y que reaccionara de dos maneras completamente distintas. Un mal paso con ella y simplemente explotaría. Algunas veces sentía incluso como si me tuviese miedo.

— Sé que a lo mejor no viene a cuento, pero tu padre...

— Felizmente casados — interrumpió Miyuki —. Llevan casi treinta años juntos, y reaccionaba de maneras aleatorias sin importar la presencia de mi padre o no. Él siempre ha sido más indiferente. De vez en cuando teníamos nuestros momentos padre e hija, pero creo que, aunque hubiese criado a otra antes, no estaba completamente seguro de como quería hacerlo mi madre, por el rollo de ser descendiente de occidentales y eso. Siento que por eso también tuvo miedo de llevarle la contraria. Solo lo hizo unas pocas veces que yo recuerde. Aun así, entre ellos dos nunca ha existido ningún problema.

— Y... ¿crees qué eso te ha afectado?

— No lo solía hacer, hasta que... bueno, empezó a hacerlo.

— ¿Por qué crees que empezó? — a Miyuki le sorprendió un poco la repentina brusquedad de la psicóloga, pero se limitó a responder.

— No lo sé. Simplemente un día empezó a afectarme.

— ¿Así? ¿Sin más? — la mujer conectó su mirada con la de su paciente, con un rostro más serio.

— Sí... Así, sin más.

𝓛𝓲𝓽𝓽𝓵𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽 | Gojo Satoru |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora