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 Miyuki sentía como si conociese a Satoru de toda la vida

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Miyuki sentía como si conociese a Satoru de toda la vida. El miedo que tenía a tener un gran cariño a alguien pareció desaparecer cuando lo conoció. En tan solo unos pocos meses, había podido conocerlo más, y cuando su trabajo de profesor se lo permitía (algo que la castaña se negó a creer a la primera por la personalidad del contrario) solían quedar para cenar o simplemente dar un paseo los dos juntos, aunque él seguía yendo a la cafetería frecuentemente, donde se solían dar pequeños gestos discretos.

Sin embargo, ni Sakurai, ni Ito, ni ningún otro empleado de la cafetería, parecía haber notado aquel lazo reciente en aquellos dos.

Fue algo que sin duda llamó la atención de Miyuki, que de repente, todos parecían evitar ese tema, y que no hicieran sus constantes referencias a todo lo que no podía ser una relación de empleado a cliente.

Es por eso aquel día entró de golpe al cuarto de empleados, cuando todos estaban dentro y acababa de atender a todos los clientes.

Todos quedaron sorprendidos por aquella entrada, y la fémina se pudo fijar que la conversación parecía orbitar alrededor de Ito, pues todos le rodeaban a excepción de su rubia amiga que estaba a su lado.

– ¿Qué os pasa a todos conmigo? — fue directa al grano, recibiendo miradas aun más sorprendidas —. No os hagáis los tontos. Parece como si ahora pudiese morder a cualquiera.

– No es nada Sato — Ito se levantó y se dirigió hasta ella, tocándole el hombro, con una pequeña sonrisa tranquila en el rostro. Le estaba hablando con un tono muy respetuoso, como si se acabaran de conocer. Definitivamente, ahora la castaña sabía que pasaba algo con ella. ¿Por qué ahora Ito volvía a dirigirse hacia ella como lo hacía antes? —.

– Espero que si tenéis algún problema conmigo me lo digáis y no os lo guardéis para vosotros — dijo, antes de darse la vuelta y marcharse de nuevo a trabajar —.

El resto del día notó como recibió miradas disimuladas, aunque a sus ojos no lo eran para nada.

El final del día llegó, y todos se fueron a sus respectivos hogares, dejándola a ella sola en los últimos minutos de apertura de la tienda. Cerró todo como solía hacer últimamente, y limpió el local. Cuando salió por fin de aquel lugar, tuvo que apoyar su cabeza contra el cristal para pensar en frío.

Muy bien. Hay que imaginar aquel centro comercial, no como un edificio cerrado, sino como una serie de plantas con cada una sus respectivas tiendas, restaurantes, etc, al aire libre. El único establecimiento que no cumplía aquello era el cine como es evidente, que tenía su propio mini edificio cerrado. En la teoría suena bien, ¿no? Eso fue lo que pensaron los constructores del centro comercial, y no tuvieron en cuenta el pequeño detalle de que las lluvias en Japón suelen ser muy frecuentes, y por lo tanto era normal que con una simple lluvia el centro comercial se llenara de charcos e inundaciones.

𝓛𝓲𝓽𝓽𝓵𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽 | Gojo Satoru |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora