𝓛𝓲𝓽𝓽𝓵𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽 | Gojo Satoru |

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Se sentía furiosa, ¿cómo había sido capaz Satoru de hacerle eso? Había sido su primera discusión en serio, y eso la había afectado. Todo el mundo que trabajaba en la cafetería lo notó por como trataba los pobres dulces que tenía que preparar, los cuales no estaban siendo tratados con la delicadeza necesaria.

¿La razón? Una tarta. Miyuki había preparado una tarta, y el peliblanco sin pedirle ningún tipo de permiso se comió un trozo. Hornear otra no le habría costado mucho, o incluso coger una de la cafetería y pagarla ella, pero aquel día le había pillado con los cables cruzados, y se enfadó más de lo que debía por una razón tan estúpida como esa.

Por eso, no es que estuviera enfadada con él mayor, estaba más enfadada con ella misma.

— Sato — Ito que había ido a intercambiarle el turno se mostró algo miedoso cuando vio la fuerza con la que había soltado un cuchillo de untar, temiendo que si se equivocaba en alguna de las palabras que fuese a decir, le intentase matar de una manera lenta y tortuosa —. Te... Te toca en el mostrador.

— Ya voy — cuando se volvió de golpe para ir a cubrir su turno, el moreno retrocedió varios pasos, torpe y asustado, pues nunca había visto ese aura en la mayor.

Por un momento intentó calmarse. Iba a atender el mostrador. Ahí las cosas generalmente solían ser menos estresantes y podría distraerse un poco de la discusión y de como la estaba reconcomiendo por dentro. Pondría su sonrisa de "vendedora de pisos" como decía Naomi y se relajaría.

Ese mar de pensamientos se dispersó cuando vio a Nakamura, apoyada de forma muy sugerente en el mostrador, mientras que Satoru se encontraba en el otro lado, sujetando una bolsa.

Inmediatamente una vena se empezó a marcar en su sien. ¿Por qué estaba su jefa estaba intentando ligar con su novio? Bueno, para ser justos ella no lo sabía, aunque seguramente si lo supiera tampoco le importaría. ¿Pero él? ¿Por qué no hacía nada para cortar la conversación?

— Nakamura — se colocó al lado de su superior, mientras intentaba controlar aquella sensación interior de querer matarla delante de todos —, es mi turno del mostrador.

— Oh, Sato — dijo de forma despectiva la contraria, girándose con una sonrisa socarrona en el rostro —. Ve de nuevo a la cocina. Yo hago hoy tu turno del mostrador.

— Vale — soltó secamente, lanzándole una mirada fría al más alto. Específicamente usó esa mirada que decía "estás muerto para mi".

— Es como un perrito. Obedece a todo. Pero bueno, como iba diciendo creo que congeniamos muy bien... — fue lo último que escuchó decir de parte de la pelirrosa.

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— Que raro. Parece que Nakamura se ha puesto mala del estómago. No para de ir al baño — comentó la rubia a la de pelo caoba cuando vio ir por séptima vez a su gerente al servicio.