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Las mariposas negras revoloteando

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Las mariposas negras revoloteando. Siempre revoloteando. El hechicero se empezaba a hartar de ellas.

– ¿Por qué no vas a comer nada? — preguntó Satoru, mientras comía del bol de arroz —

– Voy a comer arroz y ya he comido un poco de carne — respondió ella, llevando lentamente a su boca un poco de arroz —.

– Has comido tres tiras de carne — se quejó el varón —. ¿Te encuentras mal?

– No. Es solo que no soy una persona de comer mucho — justificó, suspirando —.

– ¿Y luego que vas a comer algo más?

– No lo sé, Gojo. Con lo que llevo comido igual no ceno — podía notar la mirada recelosa de él a través de las gafas, así que la enfrentó, alzando las cejas —. ¿Qué?

– Eso no es sano.

– Tampoco es sano comer dulces todo el día — bebió un buche de su vaso, antes de retomar su comida —.

– Miyuki, estoy hablando en serio — volvió a desviar su mirada hacia el peliblanco, que había borrado todo rastro infantil de su tono de voz o forma de actuar —. ¿Haces esto todos los días?

– No... — la mirada insistente sobre ella le hizo suspirar. ¿Por qué no podía mentirle a ese chico? — El resto de días como menos.

– Sabes en que puede terminar eso, ¿verdad?

Estaban comiendo en un Yakiniku-ya. Lo especial de ese tipo de restaurantes era que las mesas tenían una barbacoa en el centro, así que el cliente se podía preparar la carne y acompañamientos a su gusto. No habían pedido demasiada carne ya que eran solo ellos dos, pero era bastante obvio la diferencia de comida ingerida entre ambos. En aquellos segundos de silencio solo se pudo escuchar el crepitar de la barbacoa.

– Miyuki...

– Lo sé — apretó con impotencia el bol de arroz que sostenía —. Pero no se controlar la comida. Cuando era joven estaba mucho peor que ahora, y no en el sentido de no comer, al contrario, no tenía control sobre lo que ingería. Por eso no como nada. Tengo miedo de volver a perder ese control sobre la comida y engordar.

– ¿Cuánto pesas?

– No lo sé. Hace años que no me peso — bajo la mirada al bol. No quería mirarle más a la cara —.

– Estás muy delgada — sintió como una mano se colocaba en su cabeza, revolviéndole el cabello con cariño —. ¿Quieres qué te ayude? Ninguno de los dos extremos es bueno.

– ¿Me va a ayudar el chico de los dulces? — sonrió algo divertida, pues no se terminaba de creer que el mayor lo dijera en serio —

– Eso solo en días excepcionales — cogió con las pinzas unas cuantas tiras de carne y las puso al fuego —. Para empezar, tienes que aprender a controlar tu las raciones.

𝓛𝓲𝓽𝓽𝓵𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽 | Gojo Satoru |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora