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- ¡Hola!

Leo ingresaba a mi habitación por quien sabe cuántas veces en el día. Hoy me había hecho todos los estudios nuevamente y entre todo ese caos, la ansiedad me consumía. Hoy Morat daba su concierto más grande en Bogotá y yo tendría que quedarme aquí, con dos bolsas colgando sobre mí.

- ¡Ey! – sonreí.

Deje de lado el libro sobre una extraña historia sobre un príncipe al cual le habían congelado el corazón. Mi amigo se sentó en la cama y suspiro jugando con sus manos.

- ¿todo bien? – pregunte con curiosidad.

- Sí, yo me encuentro muy bien... - sonrió de costado, pero luego volvió a observar a otro lado.

- Pero yo no, ¿verdad?

Era lo que me tocaba.

- Debo decirte la verdad. – suspiro.

- Es lo que debes hacer. – asegure.

- ¡lo sé! Solo que a veces, no puedo controlar que me duela cuando los pacientes están en estas instancias...

- ¿De qué hablas? – fruncí el ceño con gran confusión.

- Luna... la quimioterapia está actuando demasiado lento. – murmuro molesto – y al paso que vamos, quizás en meses podremos realizar esa operación y no sé si tu aguantaras todo esto.

Volteo a verme con su rostro serio. Se notaba demasiado molesto con sus palabras, con el maldito diagnóstico.

Sonreí con demasiada tranquilidad, ya había asumido demasiadas cosas y quizás en estos momentos no quería atormentarme con que seguiría aquí.

- ¿Por qué sonríes? – frunció el ceño – yo me encuentro enojado.

- Porque yo sé que voy a estar bien. – susurre aun achinando mis ojos con aquella sonrisa – algún día, vas a ver que me voy a curar y... relájate, Leo, todo estará bien.

Estaba demasiado segura.

- Seguiremos con la quimioterapia y ahora, ¿la radiación? – fruncí el ceño con curiosidad – eso me has dicho mientras me encontraba haciendo los análisis.

El solo asintió con tristeza, bajo su mirada al suelo, pero toque su hombro con delicadeza para que me observara.

- Todo estará bien, Leo. Yo voy a estar bien. – sonreí un poco más.

- Pero...

- Ya hiciste mucho por mí y estarás conmigo hasta que todo termine, voy a estar bien.

El solo suspiro y asintió entendiendo mis palabras. Me acerque un poco a él y lo abrace como pude. Él estuvo desde el primer momento y todas las personas debían conocerlo, debían conocer la fuerza y lo buen profesional que era.

- Gracias por salvarme. – murmure – Gracias por ayudarme, por quedarte conmigo cuando no quería que nadie estuviera viendo esto. – me aleje de el con una pequeña sonrisa – ahora vamos por todo.

- Si... - susurro asintiendo, sus ojos comenzaban a ponerse rojos. – Todo estará bien, Luna.

- Ahora – suspiré y con una sonrisa pensé mi siguiente acción - debo pedirte un favor.

Narrado por Juan Pablo Villamil

Camine por el pasillo de aquel hospital mientras saludaba a todos los que conocía. Estaría un rato con Luna, estaría todos los segundos que pudiera antes del gran show. Me encontraba muy ansioso por eso, pero me angustiaba saber que ella no estaría ahí, conmigo.

Toque la puerta e ingrese a ella con una sonrisa que poco a poco disminuyo al no verla en aquella cama. Mi corazón comenzó a latir demasiado fuerte, ¿Dónde se encontraba?

De pronto la puerta del baño se abrió y ella con pocas fuerzas salía de ahí. Al verme sonrió con ternura.

- Hola mi amor.

- ¡Ay dios! – murmure tocando mi pecho.

- ¿Qué sucede? – frunció el ceño divertida.

- Me asusté por unos instantes al no verte y pensé...

- ¿Pensaste que me fui sin despedirme de ti? – comento aun con aquella voz divertida.

- ¿despedirte? – fruncí el ceño.

Ella solo comenzó a reírse de mí y se acercó lentamente hacia mí.

- Es una broma. – sus manos fueron a mis mejillas.

- Pésima broma, Luna Morales. – comente con seriedad.

- De Villamil... - agrego al final.

- Sí, eso también – hable serio.

- Relájate, amor, solo quiero bromear porque me encuentro aburrida. – rio y comenzó a apretar mis mejillas.

- Sí, pero haces pésimos chistes... - hable mientras movía como una niña mis cachetes.

- ¡ese eres tú! – hablo con seguridad y sus manos terminaron en mi cuello – tu siempre tienes pésimos chistes.

- Y por eso es que te ríes...

Me acerque un poco más y bese sus labios con delicadeza, sentía sus labios rotos por la falta de hidratación. La quimioterapia no solo consumía su cuerpo, si no que también, me dejaba en claro que tomaba de ella todo lo que yo quería.

- Siempre voy a reírme de tus chistes malos... - confeso cuando se alejó de mi – siempre voy a reírme contigo y de ti.

- ¡vaya! Que hermosa esposa tengo... - bromee – y, por cierto, ¿Por qué no estás en la cama?

Me aleje un poco más y note que ni siquiera estaba vestida con el camisolín característico del hospital, más bien, estaba con su ropa que cada vez le quedaba un poco más grande.

- Porque Leo dejo que me fuera esta noche a casa. – sonrió y movió sus hombros como si nada.

- ¿Qué? ¿Por qué? – fruncí el ceño confundido.

- Porque esta noche es tu concierto y, quiero que lo disfrutes.

Se alejó de mí y termino por cerrar su mochila, apenas tenía fuerzas para eso.

- ¿y eso que tiene que ver? Vendré a dormir contigo luego.

- Villa... - volteo a verme con seriedad – es solo una noche, puedes ir y divertirte... puedo quedarme en mi casa.

- Luna... pero....

- Vamos amor, no quiero que desperdicies esta noche importante para ti en mí.

Se acercó a mí y acaricio mis mejillas nuevamente. Tenía mucha tranquilidad, sonrió y se acercó a mí para regalarme un beso tierno.

- Solo es por hoy. – aseguro luego – mañana a primera hora, volveré.

- Si tú lo dices...

- Además, piensa en esto – frunció el ceño divertida – no hemos tenido una luna de miel.

Luna comenzó a mover sus cejas con diversión haciéndome reír con su tierna reacción. Ni siquiera tenía cejas y eso era lo más chistoso.

- Usted gana...

- Siempre gano, Villamil. – aseguro con su hermosa sonrisa y beso mis labios una vez más.   

Amor clasificado - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora