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Ingrese a mi departamento y tirando las llaves en la mesa, suspire. Cerré mis ojos con fuerza, estaba un poco frio. La limpieza del día había quitado un poco su olor y aun temía terminar por olvidarme de ella.

Abrí mis ojos y sonreí cuando la vi en la puerta de nuestra habitación. No podía describir lo hermosa que se encontraba. Su cabello castaño, sus ojos mieles con algo de verde y su sonrisa intacta, me hacían recordar a la Luna de antes. Parecía que el cáncer jamás toco su cuerpo y ella estaba sana para mí.

- Hola... ¿Cómo estuvo? – hablo animada.

- Bien, supongo. – moví mis hombros como nada - ¿tu? ¿Cómo estuvo esto sin mí?

- Tranquilo. – rio levemente.

La acompañe unos segundos y luego mi sonrisa comenzó a disminuir lentamente. La oscuridad en este lugar quizás ahora era mi única tranquilidad. Note que ella termino por ingresar a la habitación y en silencio la seguí, me quite el buzo y la remera para tirarme sobre la cama. Mis zapatos me ahogaban los pies, los tire por algún lugar.

El techo blanco relajaba mi triste cabeza, la depresión me consumía tanto por dentro, pero sabía que ella estaba a mi lado a pesar de todo.

- Mi amor...

- Dime. – susurro a mi lado.

- ¿Cómo se siente?

- ¿Cómo se siente, que? – pregunto con curiosidad.

- Morir. – murmure.

- Es tranquilo.... – confeso.

- Pensé que era triste. – fruncí el ceño.

- ¿Por qué lo dices?

Sentí su mirada en mí. Podía leer sus ojos aun sin verlos.

- Porque nadie quiere morir...

- Yo quería. – confeso en un susurro.

Su confesión me perforo lo más profundo de mi corazón. De ese corazon que ya prácticamente no vivía por su ausencia. Ese que habia matado cuando decidio irse sin mi.

- ¿Por qué? ¿no te amé lo suficiente como para que te quedes aquí? – apreté mis labios con fuerza.

- Claro si, Juan Pablo. Solo... - escuché un suspiro sonoro Salir de ella - Tú no tienes idea de cómo peleaba para que no vieras como todo dolía dentro de mi... - sentí algo frio sobre mi piel, ella se encontraba acariciándome – tú no sabes cómo luchaba conmigo misma para sobrevivir... mi cuerpo no era mío, era del cáncer.

- No entiendo como Leo dejo que te fueras ese día.

Cada vez que lo recordaba quería hacerlo arder con el mismísimo fuego del infierno.

- Mi amor, Leo no tiene la culpa de eso...

- ¡Si la tiene! – hable con demasiada seguridad – la tiene por dejarte sin tratamiento.

- El tratamiento ya no se encontraba funcionando y yo lo sabía porque

Se quedó en silencio unos segundos y con curiosidad voltee a verla, ella se encontraba pensativa. Era hermosa, moría por besarla una vez más. Quería sentir sus manos sobre mi piel.

- Tú lo sabias ¿Por qué? – susurre.

- Porque uno sabe cuándo ya está todo hecho... - volvió a observarme – por eso mi amor, no lo odies. El solo hizo lo que yo le pedí porque yo quería estar contigo, quería estar con mis padres y lola por un momento lejos de ese lugar. Queria volver a ser yo por unos instantes, aunque me costara tanto.

- Pero yo quería salvarte...

- Me salvaste – aseguro con firmeza - pero yo no quería destruirte.

- Lo hiciste, luna. – confesé – me lastimaste de la peor forma y ¿Sabes que es lo peor a todo esto? que no puedo odiarte, solo me sale extrañarte y necesitarte cada vez que respiro.

Ella se quedó en silencio frente a mi cruel confesión. Volví a observar al techo, no tenía fuerzas para observarla una vez más.

- Lo siento...

- Siempre me pides perdón, pero no cambias nada, Luna. – murmure

- Es que, no puedo hacerlo y lo sabes. No puedes estar enojado conmigo toda la vida... - hablo con demasiada tranquilidad – pero si es así, deja que me vaya.

- No quiero que te vayas... – voltee a verla con rapidez – quiero que te quedes conmigo.

Ella solo asintió y volvió a observa el techo. Los dos acostados en esa cama, en donde tanto amor nos dimos muchas veces.

- Y cuéntame... ¿Qué tal Nadia? – pregunto con curiosidad.

- Luna... - rodee mis ojos con fastidio.

- ¿Qué? – ella hablo divertida – Es linda y ¿Sabes que es lo mejor a todo?

- ¿Qué? – de reojo la observe.

- Tiene muchas cosas que cumple con tu lista de clasificado. – note que comenzó a mover sus cejas con diversión.

- Mi amor, no lo intentes... - negué rápidamente – yo te amo a ti.

- Y eso lo sé, estoy demasiado segura de eso, pero ella es muy buena. ¿Por qué no lo intentas? Si sientes que no es para ti, está bien.

- No tengo ánimos para intentarlo una vez más...

- Villa, a ella le gustas y estoy segura que te hará muy feliz...

- Tú me hacías feliz y sin embargo... - apreté mis labios con fuerza.

- Deja de pensar en mi por unos instantes y piensa en ti, necesito que lo hagas. – suplico – necesito que seas feliz, por mí.

- Lo pensare... pero mientras tanto ¿puedes abrazarme? – suplique – pero necesito sentí tu piel sobre la mía.

Ella sonrió y poco a poco su brazo se sintió sobre mi cuerpo. El calor característico de su cuerpo tranquilizo a todos mis demonios, cerré mis ojos con tranquilidad sabiendo que ella se encontraba a mi lado una vez más. 

Amor clasificado - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora