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Vi como todos se iban mientras que mis pies se habían anclado frente a su tumba. Había enterrado toda mi vida junto a ella, no tenía sentido todo esto. Nada iba a ser igual, ni siquiera tenía ánimos de pensar en seguir mi camino en su ausencia.

- Ey... - la voz de Moncho se escuchó en un susurro detrás de mí – te esperamos en el auto.

- No quiero dejarla sola. – susurre.

Escuché el suspiro de mi amigo y de pronto sentí el calor de su mano en mi hombro.

- Quizás me está necesitando y yo la acabo de enterrar.

- Ella ya no está más aquí, villa.

Trague saliva frente aquella frase cual. No podía creer que todo se oscureciera. No quería empezar de cero otra vez.

- Puedes pensar que ella solo se durmió...

Voltee a verlo, el solo apretó sus labios entendiendo que lo que acababa de decir directamente no ayudaba en absoluto.

- Creo que te esperamos en el auto, ve cuando estés listo.

Lo vi irse en silencio con las manos en los bolsillos y yo solo volví a ver su tumba. No quería irme, no quería dejarla sola. Suspire y limpiándome los ojos me aleje en silencio. No tenía ni siquiera palabras para describir el horrible dolor que me desgarraba por dentro.

Detuve mis pasos cuando vi a Leo frente a mí. Apreté mis puños y mis labios conteniéndome de no decir algo aquí.

- ¿Qué haces aquí?

- Vine al entierro de mi amiga. – murmuro.

- ¿tu amiga? – abrí mis ojos con sorpresa – ¿A la que dejaste morir?

- No la deje morir, Villa...

- Dejaste que se fuera del hospital, cortaste con su tratamiento y, además, ¡te da los huevos para venir hasta aquí a ver como la entierro! – grite furioso – Ni siquiera deberías trabajar como médico luego de lo que hiciste.

- Villa... - suspiro bajando su mirada al suelo – Luna no se iba a salvar.

- ¿No? – enarque una ceja – claro que no se iba a salvar si la dejaste a su suerte. ¡Dejaste que se muriera Leonardo!

- Sé que aún no lo entiendes... - susurro observándome con dolor – y quizás, jamás lo entiendas, pero Luna estaba ahí por ti, estaba haciendo todo esto por ti. A luna la enfermedad la estaba acabando poco a poco, la quimioterapia estaba haciendo desaparecer todo de ella y eso jamás lo viste.

Trague saliva, la angustia dolía. Me quitaba el aire.

- El ultimo diagnostico que tuve de ella fue un día antes de que me pidiera volver a su casa. – el trago saliva – Luna estaba en las últimas etapas del cáncer y jamás se lo dije... a ninguno de los dos. Solo fui sincero cuando asumí que ella no iba a aguantar más todo esto.

- Ella quería vivir...

- No, Juan Pablo. Tú la hacías vivir, ella no quería hacerlo, pero tú la mantenías aquí. – me observo a los ojos – ella estaba aquí por ti, porque fuiste un hilo en la tierra, pero... ella era humana y como cualquiera, se desgasto tanto que solo quiso ser feliz sus últimos minutos de vida a tu lado, al lado de su familia. Dime ¿Qué hubieses hecho tú? – murmuro – su único deseo era estar contigo, con su familia... lejos del hospital.

Lleve mi vista hacia su tumba, a lo lejos se veía tan solitaria.

- Me costó demasiado dejarla volver, de eso jamás dudes. Pero, tampoco podía hacer como que ella iba a ser eterna... - volví a observarlo, sus ojos comenzaron a ponerse rojos de repente – Luna no pertenecía a este mundo y eso nos lo dejo en claro.

Amor clasificado - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora