Capítulo XI

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BETTY

— papi no, no quiero — me crucé de brazos.

— tienes que hacerlo, no voy a dejarte todos los días sin hacer nada acá en casa.

— pero yo no quiero, no he estudiado desde hace muchos años.

— con más razón irás. Además solo será por un año, luego si quieres vas a la universidad.

— pero yo no quiero — di un pisotón en el suelo — ¡no quiero!

— Betty, sin gritar.

— perdón papi — juego con mis dedos — pero es que ¿por qué tengo que ir? Estoy bien acá en casa

El suspiro y se acercó para levantarme. Yo solo apoye mi cabeza en su hombro.

— no me gusta que te quedes sola en casa tanto tiempo — besa mi mejilla.

— está bien papi — suspiré — lo haré.

— aunque me hubieras dicho que no, te iba a obligar a ir. Mañana iremos por tu uniforme y libros.

Yo solo bufé y me entretuve jugando con su cabello.

— papi ¿puedo tener un chupete?

— si, ¿Quieres uno? — acaricia mi cabello.

— ajam.

• • •

Y aquí me encontraba, de nuevo, frente a otro espejo probando me el uniforme de la escuela. Es bonito, falda café. camisa blanca junto con una corbata del mismo café y unas medias que me llegan hasta mis rodillas.

— princesa ¿puedes salir ya? No creo que demores tanto poniéndote un uniforme.

Me di una última mirada en el espejo y corrí la cortina del vestidor para poder salir.

— te queda genial princesa.

— ¿seguro papi? ¿No lo dices solo porque soy tu novia?

— pequeña — pone sus manos en mi cintura — nunca te he mentido y tampoco lo haré.

Suspiré y apoyé mi frente en su pecho — papi te amo.

— yo te amo mucho más — puso sus manos en mis mejillas y dejó un beso en mis labios — ahora ve, cambiate que tenemos que ir a otro lugar princesita.

— ¿A donde papi?

— haces muchas preguntas, pequeña, ve.

Él puso su manos en mis hombros e hizo que me dirigiera de nuevo hacia el vestidor y antes de que entrara me dio una nalgada.

Me cambié el uniforme por mi ropa, una falda blanca junto con un suéter rosa de Winnie Pooh.

Jughead pagó lo que compramos y salimos del local.

— papi — estire mis brazos hacia el — cargame porfis.

El me tomo en sus brazos y yo enrede mis piernas en sus caderas y mis brazos en su cuello para aferrarme más a él.

— ¿A dónde vamos papi?

— quiero presentarte a alguien pequeña.

— ¿A quien? — dije jugando con su cabello.

— ya lo verás — beso mi mejilla y me dejó en el suelo.

— ¿hoy puedo ir adelante contigo papi?

— no, ya lo hemos hablado. Siempre tienes que ir atrás.

Cruce mis brazos — pero no quiero papi.

— bien si no quieres, entonces te vas caminando.

— ¡No! eres muy malo conmigo.

— ¿vas a hacer un berrinche? — se cruzó de brazos.

Di un pisotón en el suelo — quiero ir adelante.

— ya te dije que no Betty y como estás siendo tan grosera cuando lleguemos a casa tendrás un castigo.

Abrí la puerta de atrás del auto y me senté cruzandome de brazos junto con un puchero en mis labios.
Luego, Jughead puso en marcha el auto sabrá dios hacia donde.

Minutos después, eternos para mí, Jughead estacionó el auto frente a una gran casa, nada comparada con la de él, pero era grande.

— llegamos — se bajó del auto y luego abrió la puerta que tenía a mi lado — ven.

Negué con mi cabeza.

— Vamos princesa, ven.

Él estiró sus brazos hacia mí y yo dejé que me cargara. Apoye mis cabeza en su hombro y él dejó un beso en mis labios.

— vas a ser una buena niña ¿si? Sin berrinches.

— ajam.

— mira, compre algo para ti — el metió una de sus manos a su bolsillo y saco un chupete de color amarillo.

— mira, compre algo para ti — el metió una de sus manos a su bolsillo y saco un chupete de color amarillo

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— lo puedes usar ahora si quieres.

— gracias papi — lo tomé y lo puse entre mis labios mordiendo lo fuerte.

El dejó un último beso en mi mejilla y cerró la puerta del auto, caminó hasta la puerta de la casa y tocó el timbre.

Segundos después una hermosa mujer pelirroja nos abrió la puerta y al vernos un gran sonrisa se formó en sus labios.

— jug, por fin viniste.

— si, también te extrañe.

— ella debe de ser Betty ¿No?

— si, princesa saluda.

Yo moví mi mano en forma de saludo.

— pasen.

Ella se hizo a un lado y Jughead entró conmigo aún en sus brazos. La casa era demasiado hermosa, paredes blancas y uno que otro adorno en las repisas. Los muebles de un color azul gris con una mesa en el centro que tenía un jarrón con flores y en una pared colgaba una gran pantalla de televisión.

Jug se sentó en uno de los sofás y yo me acomode en sus brazos cerrando mis ojos.

— ¿tienes sueño, pequeña? — acarició mi cabello.

— mhm — asentí.

— descansa, no te soltaré.

Saqué el chupete de mi boca y hablé — ¿promesa papi?

— sí princesa, duerme tranquila.


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