Capítulo XLIII

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NARRADOR OMNISCIENTE

Era de madrugada y Jughead se encontraba profundamente dormido y eso fue así solo hasta que sintió que Betty se estaba moviendo mucho a su lado y que ya no se encontraba abrazándola como era costumbre.

Lentamente Jughead abrió sus ojos y vio a Betty moviéndose y soltando pequeños quejidos, así como cuando le dolía algo...

— pequeña — murmuró acercándose a ella— ¿Que sucede?

— me duele papi, duele mucho — dijo en un hilo de voz.

— ¿Que duele mi amor?

— cólicos papi, son muy fuertes... Duele mucho.

—¿Menstruales?—ella asintió con un quejido — ¿Quieres que vaya por las pastillas?

—ya no hay papi, se terminaron.

Jughead suspiro y la abrazó por su cintura para apegarla a su cuerpo y no sintiera mucho frío, ya que eso hace que los cólicos sean más fuertes.

— manche tus sábanas papi — sollozo— perdón, no quise hacerlo.

— esta bien hermosa — dejó un dulce beso en su cabeza— no fue tu culpa, luego las cambio... No llores princesa.

— es que duele mucho papi. No quiero que siga doliendo, has que pare porfis.

— llamaré a la farmacia y pediré que traigan tus pastillas y mientras eso iré a prepararte un té... De pronto ayuda en algo.

— no, quiero que me abraces —dijo apegandose más a él— quédate aquí conmigo papi, no te vayas.

— mi amor, no quiero que te quedes con ese dolor. Se lo mucho que te duele.

— pero papi-

— no —la interrumpió— nada de peros, bajaré a la cocina, llamaré a la farmacia y te prepararé un té. Y tu te quedas aquí, entre las mantas porque la noche está muy fría y el frío es peor para ti en este momento.

Sin esperar alguna respuesta de la rubia Jughead a levantó de la cama y salió de la habitación dejando a la rubia sola y retorciéndose del dolor en la cama.

Bajo las escaleras lo más rápido que pudo y mientras ponía una pequeña olla con agua en la estufa para que se calentará llamaba a la farmacia desde su celular para pedir las pastillas que lograban calmar los fuertes cólicos que atacan a la rubia cada mes.

Minutos después, tocaron la puerta de la mansión y Jughead corrió a recibirlas, le entrego el dinero al joven y luego subió las escaleras lo más rápido que pudo con la pequeña bolsa donde iban los sellos de pastas y en su otra mano una tasa con el té caliente.

Dejó todo sobre la mesita de noche y se sentó al lado de la rubia para dejar un dulce beso en su frente.

— mi amor, siéntate para que puedas tomar la pastilla.

Ella se quejó y con ayuda del pelinegro se sentó en la cama, él le pasó las dos cápsulas y las dejo en la mano de ella, cuando ella las puso en su boca, con mucho cuidado Jughead le entrego la taza con el té caliente para que pudiera pasar las pastillas...

— ¿Ya te cambiaste de ropa princesa? — ella asintió y dejó la taza en la mesita de noche al terminar con el té — te traeré una sudadera ¿Si? Esta haciendo demasiado frío.

— no papi, tu cuerpo y una sudadera me darán mucho calor y me harán sudar. Solo acuéstate conmigo y abrázame.

Él le hizo caso y ambos se acostaron nuevamente entre las gruesas mantas. La rubia se acurruco en los brazos del pelinegro y el rodeo su cintura con sus brazos.

— ¿Donde te duele? ¿Atrás o adelante?

— los dos, los cólicos esos como que se transportan a los dos lados y son insoportables.

— bien pero ¿Dónde es más fuerte?

— atrás papi.

Jughead deslizó sus manos por la espalda de la rubia y levantó un poco su blusa para tocar la piel de la rubia.

—¿Ahí?— dijo poniendo su mano en su espalda baja.

— no— la rubia tomo la mano del pelinegro y la puso un poquito más abajo a donde él la tenía — es ahí y duele mucho papi.

— mhm, si ya se que duele mucho pero yo pasará princesa — dijo mientras acariciaba la parte que le señalo la rubia.

— quiero un cuento, uno lindo.

— está bien mi amor... Haber, había una vez, en un mundo muy lejano, un bosque donde sobresalía un grande y hermoso árbol. Allí vivían hadas, las cuales tenían distintas tareas por hacer pero la más importante era cuidar de su polvillo de hadas porque sin él, ellas no podrían volar ni llevarles las cosas a sus reyes...




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