Siblings AU

I

En el Camino del Orgulloso Demonio Inmortal, la madre adoptiva de Luo Binghe fallece de una terrible enfermedad por el desgaste en su cuerpo y las condiciones poco salubres en su vida diaria. En la trama original, Luo Binghe no sabe que está muerta hasta llegar a casa después de una paliza por el joven maestro sin haber conseguido ni un poco de congee. Las heridas causadas por los golpes le robaron tiempo para poder despedirse de su madre. La pobreza y la injusticia hicieron que la mujer pereciera en cama sin ningún tipo de ayuda, así dio inicio las penurias del pobre protagonista.

Sin embargo, en esta historia, sucede algo diferente:

Luo Binghe está encogido. Soporta las patadas y los puños del joven maestro por haber pedido un poco de alimento para su madre moribunda. El joven maestro es hipócrita, prefiere esconderse para hacer sus maltratos afuera de la propiedad, cerca de los callejones. No hay nadie quien lo auxilie; el niño escupe un poco de sangre y espera poder tener fuerzas suficientes para regresar con su madre. La siguiente patada le deja sin respiración, sus dedos se hunden en la tierra mojada y se pregunta si es tan malo haber pedido un poco de comida.

Alguien, por favor, ayúdeme...

Hay un leve grito de sorpresa y los golpes se detienen. Con el corazón en la garganta, Binghe alza su cabeza para ver la cara del joven maestro, hay una línea de sangre en su mejilla.

—Estorbas. —El niño no lograr ocultar su nerviosismo al escuchar una voz endurecida y carente de amabilidad. Luo Binghe tiene que mirar hacia un lado para vislumbrar la silueta de un hombre. La lluvia, sus lágrimas y la sangre no ayudan a distinguir el rostro.

El joven maestro abre la boca para decir algo, quizás un insulto, pero enseguida un destello verde cruza por su rostro y le corta el labio inferior. Binghe tarda un poco en darse cuenta que aquello fue una hoja, el lodo ya la ha manchado y se pierde entre la lluvia. Ese hombre debe ser un cultivador; una persona cualquiera sería incapaz de poder realizar algo así.

Cuando sus ojos captan a su salvador, se queda sin aliento. El hombre tiene una especie de belleza etérea que no es de este mundo, vestida con una túnica de verde pálido, con una pulcra sombrilla de papel blanco y un abanico plegable en su cintura; da la apariencia de un inmortal. Los ojos de Binghe regresan hacia el suelo, de repente se siente indigno de mirar a ese hombre.

—Dije que estorbas.

A pesar de la repentina gravedad de la situación, el joven maestro no se atreve a refunfuñar ni insultar a este cultivador. Es cobarde por naturaleza, así que opta por retirarse no sin antes de apretar la mandíbula, sacudir sus ropas y escupirle al niño bastardo que aún está en el lodo.

Luo Binghe comienza arrastrar sus extremidades para sentarse en el lodo mientras que el cultivador pasa de lado, sin mirarlo.

—Gracias. —Dice despacio, porque su madre siempre le enseñó a agradecer las cosas buenas, por mínimas que sean.

El inmortal se detiene, le dedica una breve mirada al niño. Binghe contiene la respiración; los ojos de ese hombre son hermosos, crueles y fríos. Solo es un segundo, pero sus miradas se cruzan: hay curiosidad e inocencia en la mirada de Luo Binghe, mientras que en la del cultivador hay el recuerdo de fantasma de un niño esclavo que desea olvidar.

—Te ves repugnante, niño. —Su rostro permanece impasible, pero hay algo de repulsión en su voz, lo suficiente como para hacer que la sangre de Luo Binghe se enfríe. Apenado, se esfuerza por limpiarse, no funciona cuando sus manos están llenas de lodo y sangre.

El joven cultivador desvía la mirada mientras lanza algo pequeño al suelo. Inconscientemente Binghe lo recoge, creyendo que es dinero o un trozo de pan. Aún con sus manos sucias puede ver que es una pequeña perla.