VI

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Jiang Fegmian es un hombre roto y se le exprime el corazón de nuevo. Han pasado días, meses, años... Y no hay noticia alguna del hijo de Wei Changze y Cangse Sanre.

Ya están cansados sus ojos de inspeccionar los rostros inocentes de niños huérfanos que hay en las calles. Sus palabras, ya escasas, mueren en sus labios cada vez que pregunta por un nombre que ni el mismo reconoce ya. Y a veces se pregunta qué queda por encontrar: nada.

El tiempo pasa y nadie se atreve a decir que aquello es una causa perdida, una inminente necedad por aferrarse al recuerdo de alguien o el anhelo de lo que pudo ser...

¿Cuál fue la última pista convincente? Hace años ya, quizás. Jiang Fegmian vagó por las calles desoladas de Yilling, preguntando por niños perdidos y huérfanos. Nadie se atreve a mirar a los débiles y muchos ignoran los penares de otros, así que no hubo respuestas contundentes. Solo rumores de niños que pelean con los perros por comida o que han sido vendidos como esclavos en otros lugares.

Derrotado, el líder de la secta Yuumeng se alojó en una posada y solo ahí escuchó la noticia que una vez trabajó ahí una mujer que solía cocinar. Ella había adoptado un niño de la calle aun cuando ella tenía uno propio. Los trabajadores decían que venía de un país lejano, con un nombre difícil de pronunciar, así que no recuerdan bien el nombre ni mucho menos se interesaron por aquél niño adoptado. Sin embargo, recuerdan con detalle el incidente que produjo el despido de esa cocinera con sus dos hijos. Al parecer un huésped con perros aterrorizó a uno de ellos, hubo una pelea, hubo gritos y un terrible golpe que dio la cocinera. Todo tuvo una consecuencia: despido.

La pobre mujer se fue del lugar, sólo se sabe que ella se dirigió a la frontera del país donde colinda con otros territorios ¿cómo saber si ese niño era el hijo de Cangse Sanre? Aun cuando trató de investigar más, fue en vano.

A estas alturas, de sus labios no sube la blasfemia. El hombre ya está cansado y si alguien quisiera ver su alma, se daría cuenta que está fragmentada entre responsabilidades como líder y como padre.

Hoy, Jiang Fengmian inhala y la bocanada de dolor entra hasta que el pulmón se revienta, porque después de años de búsqueda, se atreve a escuchar las palabras de su mujer:

Deja a los muertos en paz.

Y con el corazón exhausto, alza la vista al cielo nocturno, pronuncia un lamento roto: el lamento por un niño al que no verá crecer, no le enseñará el arte de la espada ni le brindará protección alguna.

Porque en vano él envejecerá, doblado entre pergaminos, sin encontrar el nombre de Wei Ying.

Deja caer sus hombros, muere el sollozo en su garganta y se rinde.

Deja caer sus hombros, muere el sollozo en su garganta y se rinde

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Muchas gracias a todos por sus buenos deseos y visitas. Creo que es importante este capítulo ya que Wei Ying  al  no tener una educación temprana como discípulo de la secta Yuumeng, entonces tendrá algunos cambios de personalidad.  No tan drásticos, pero obviamente habrá una diferencia.

Spoiler del siguiente capitulo: una piedra.

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