XXXII

1.1K 167 270
                                    


Capítulo XXXII

Advertencia: lenguaje ofensivo, violencia, menciones de tortura, etc.

—¿Qué le ocurrió?— pregunta el anciano, mirando a la mujer que está sentada en el suelo, cuya cabeza se apoya en el muslo de un hombre.

—Le cortaron la lengua y le quemaron sus ojos después de ser la perra que se revolcaba entre los dos campamentos de Yong An y XianLe— dice el hombre de la posada con un acento extraño. —Luego la compré para mí.

El viejo apostador deja su bebida y mira al traficante, sonriendo cuando comprueba la calidad del opio que está frente a él.

—¿Yong An y XianLe?

—Sí. Escuché que vas para allá. Algo estúpido de tu parte, ¿no crees? ¿Para qué ir a un lugar de guerra? Incluso la gente ya se ha enloquecido. Dicen que un Dios descendió para pelear.— Se ríe para después escupir al suelo. —Estúpida gente.

—Estúpida gente—concuerda el anciano, —pero debo pagar una deuda.— dice, mirando cuidadosamente a una figura roja que está lejos de ahí, apoyado entre los pilares de madera.

En el periodo que ha estado en el barco, Hong er ha dejado de aparentar ser un mocoso que pretende jugar a ser un adulto. Entre rasguños y golpes, aún siguen los vestigios de un rostro infantil que cada día se difumina más, sin embargo su estatura ahora es más predominante, incluso rivalizando con la complexión de los mejores hombres del barco. Ahora sobresalen los pómulos y hay una barbilla afilada aunque la nariz está levemente torcida debido a la secuela de una fractura.

Un chico cruel, salvaje y sumamente astuto que nació con la cabeza en su sitio.

No le teme al dolor, algo primordial para sobrevivir a un mundo que reparte justicia a partir de quién tiene más poder.

Curiosamente ya no porta el parche, sino un simple retazo de venda de su propia vestimenta, dando un aspecto más huraño y más peligroso que antes.

Siempre con esa pupila oscura que atemoriza a cualquiera. Incluso ahora, espanta a las prostitutas de la posada. Ninguna de esas mujeres se atreve a acercarse, no cuando Hong tiene esa mirada tan pesada, carente de lujuria o interés.

El anciano cierra la boca cuando esa pupila de obsidiana se detiene en él, analizando sus movimientos, pretendiendo leer sus labios.

Ah, muchacho inteligente.

A pesar de la distancia, Hong quiere saber de esta conversación.

—¿Y bien? ¿pagarás?— El anciano pregunta al traficante, cruzándose de brazos.

Si bien, está pagando su deuda al llevar a cierto muchacho a XianLe, eso no significa que deba dejar a un lado sus propios negocios. Justo ahora está en un punto intermedio antes de llegar a los muelles que colindan con las planicies centrales.

El traficante suelta un suspiro exasperado, se frota el rostro y chasquea la lengua.

—Solo la mitad—Se inclina hacia adelante—. Ahora es más rentable traficar esclavos que vender opio. ¿No has escuchado? Ahora mismo hay una guerra entre sectas por lo tanto es más fácil traficar con los mercenarios.

El anciano parpadea, frunciendo el ceño.

De pronto, un movimiento roba su atención: Hong se mueve, caminando hasta quedar cerca del anciano y del traficante de esclavos, escuchando mejor la conversación.

Rara vez el niño suele ser predecible, quizás por esta ocasión está interesado en algo. Una parte estúpida e ingenua, quizás por la vejez, quizás por la necesidad de conocer mejor a este niño, piensa que finalmente el mocoso está interesado en este asunto de apuesta, negocio, tráfico y estrategia.

Siblings AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora