XIX

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—¡Tienen que creerme! ¡Él es un demonio!

Mu QingfanG escucha el grito desesperado de Ming Fan y cierra sus ojos. Es un instante que no se olvida: un niño que acusa a su shidi solo para no enfrentar las consecuencias de sus actos... Es un escenario tan triste y decepcionante porque nadie parece creerle, no cuando contemplan a Luo Binghe.

El discípulo aún tiene un ligero temblor en su cuerpo, sus ojos están perdidos en un punto a la deriva, quizás recordando las angustias de antaño. No hace unas horas la montaña Cang Qiong escuchó los alaridos agónicos de Luo Binghe pidiendo ayuda mientras cargaba el cuerpo inerte de Shen Qingqiu.

De los ojos y de la boca del señor del Pico Qing Jing emanaban sangre. La cantidad de sangre fue exorbitante a tal grado de manchar por completo las túnicas verdes del discípulo Binghe. Mu Qingfang recuerda al muchacho que apenas se mantenía en pie y trataba de darle en grandes cantidades de energía espiritual al cuerpo de su Shizun para que no muriese desangrado.

Mu Qingfang reconoce el valor del discípulo, pues fue un movimiento imprudente y arriesgado: si el niño continuaba con ese ritmo de transferir toda su energía espiritual, podría incluso consumir su energía vital, consumiendo su núcleo dorado y su vida al instante.

—Zhangmen-shixiong...

Varias voces comenzaron a susurrar, demandando la atención del señor del Pico Qiong Ding. Yu Qingyuan hizo caso omiso a todos, mirando el rostro de Ming Fan y sintiendo una sensación de amargura en su pecho que hace años no lograba tener.

—Luo Binghe. —Su voz carece por completo de esa amabilidad que suele acompañar con su espíritu. —. Descúbrete la espalda—Todos los señores picos se quedan en silencio ante la seriedad que hay en la demanda.

El muchacho parpadea una, dos veces antes de volver su vista hacia el rostro de Yue Qingyuan. Parece que todavía no asienta su existencia en la tierra porque el líder de la montaña Cang Qiong vuelve a decir la orden.

Con lenta obediencia, Luo Binghe se quita la túnica exterior. Él se detiene por un momento cuando ve sus túnicas aun manchadas de sangre, contiene un sollozo al recordar de dónde proviene esa sangre y reanuda su acción hasta descubrir su torso y espalda. Desde la cintura hasta los hombros hay un camino de marcas por azotes, golpes amoratados y verdosos.

Los sonidos de indignación de los señores del pico no se hacen esperar. Yue Qingyuan con una expresión solemne mira cada azote para finalmente enfrentar al rostro pálido de Ming Fan.

—¡Esto...Esto es un error! —grita el adolescente. —Él es un demonio! ¡Yo lo vi! Él tenía sus ojos rojos y un qi demoniaco, ¡Él contaminó a Shizun! ¡Él fue el culpable de que Shizun esté entre la vida y muerte!

Mu Qingfang se percata como esas palabras encogen a Luo Binghe, haciendo que el discípulo apriete sus manos en puños y tiemble fuertemente.

—¡No es cierto! Ah-Luo no ha hecho nada malo ¡El único demonio eres tú!

Hay una niña que se abre entre la multitud para señalar a Ming Fan. Ella camina despacio, cojea con una leve expresión de dolor. Mu Qingfang está sorprendido por la afirmación tan directa de la discípula más querida de Shen Qingqiu. No hace unos momentos, después de estabilizar a Shen Qingqiu, revisó las heridas de la adolescente. Las heridas de Ning Yingying fueron un poco graves, inconscientemente las venas espirituales de ella reaccionaron al último instante ante el fuerte estallido de energía espiritual. De lo contrario, el impacto le hubiese roto la columna vertebral.

La mayoría de las personas no dan crédito a las palabras de Ming Fan, basta con mirar la expresión de cada señor del Pico. Sin embargo, Mu Qingfang no puede evitar que algo no está bien.

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