XLIII

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Hay pesadillas que se sienten tan reales, tan vividas, que es como volver a experimentar el momento. Siente las mismas manos que lo tomaron de todos lados, el mismo ardor de su cuerpo cuando fue obligado a quebrarse más de una vez para someter toda la energía resentida, el sonido de las voces que carcomen su conciencia, para enloquecerlo.

Siente de nuevo como sus meridianos quedan vaciados, podridos, para luego reconstruirse y soportar odios que no le pertenecen, pero que los atesora para nutrirse y ser fuerte. Saborea la sangre en su garganta, el sabor amargo de todo, de todos. Los golpes, la forma en que su nariz arde por los olores fétidos de los tumultos funerarios, en que su propio vómito casi lo asfixia y el hambre, siempre hay hambre.

Hay otros sueños que se ven como si estuviera debajo del agua. No escucha nada, no huele nada, no siente nada, solo las ve.

Esta es una de ellas. Porque está ahí, en la cima de un risco, muchos cultivadores están ahí, lo odian, todos suplican su muerte. Ah, él ya ha tenido este sueño, la visión de su muerte, ¿no es así? De pronto escucha los gritos.

Cerca ve a los cultivadores persiguiendo a dos personas. Jiang Cheng se detiene, bloqueando los ataques mientras adelante está Jiang Yanli y.. ambos tienen heridas visibles mientras intentan escapar. Wei Ying ve las marcas de los cortes de ambos.

Ve que la defensa de Jiang Cheng flaquea y en un instante hay puñaladas en su torso, en la espada y en su cuello. Jiang Yanli intenta escalar el risco

Se supone que las pesadillas deben interrumpirse en el momento más atroz, pero Wei Wuxian ve más, mucho más. Y está paralizado ante lo que ve. Tan paralizado que es incapaz de gritar.

Porque la energía resentida que ve se materializa en dos formas, dos entidades abstractas de cadáveres putrefactos. Su corazón late más fuerte cuando reconoce la trenza, la coleta... Sus hermanos, lo que queda de ellos; de manera bizarra arrastran a Jiang Yanli a las profundidades del bosque, escuchando el grito ensordecedor.

Despierta sin voz. No hay gritos, no hay sudoración ni lágrimas. Solo un terrible temblor que le recorre el cuerpo hasta hacerle castañear los dientes. Sus dedos rasgan su garganta en busca de aire, tratando de enfocar la mirada en el techo de madera y no en aquella pesadilla.

Los segundos pasan, el sudor comienza a deslizarse por su rostro y busca, desenfrenado, a Chenqing. Cuando sus pulmones finalmente obtienen el aire necesario, se levanta, huyendo.

Desde su infancia sabe lo que es ser sigiloso, a correr en escaramuzas, perdiéndose entre las sombras, los recovecos y las paredes. El horror de su sueño se filtra en sus venas, la adrenalina hace que su cuerpo se tense y se niega a esperar lo peor.

No volverá a cometer el mismo error dos veces. Por supuesto que no.

Quedarse en este lugar fue el fin para sus hermanos. Ahora, quedarse es una sentencia de muerte para los Jiang.

Así atraviesa los patios del Embarcadero del Loto, en la oscuridad de la noche y con los restos de sangre secándose en su túnica oscura por sus manos desgastadas, llega justo al muelle. Es fácil adquirir el bote, sus manos siguen temblando por la adrenalina y pierde la sensibilidad por unos segundos.

—¿Realmente te vas?—Wei Wuxian deja de respirar por un segundo al reconocer la voz de Jiang Cheng. Toma con fuerza el remo, para después soltarlo.

—Yo...Debería...

—No, Wei Wuxian —dice, ahogando su furia en una bola amarga en su esternón.

—Después de lo que hice yo...

Es difícil mirar a Jiang Cheng de nuevo

Las imágenes de los cuerpos que se precipitan a tratar de detenerlo, en masa, se superponen en su mente. Recuerda a shijie acunando su cabeza, sin importarle las líneas rojizas en sus brazos y los cabellos desprendidos.

Siblings AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora