XLII

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No es tan bella. Tiene cierto encanto, pero sólo por encima del promedio. Aun cuando su tez blanca hace resaltar su cabello oscuro, no tiene alguna otra hermosura especial.

Y aún así...

Jin Zixuan anhelaba su atención.

Porque fuera de la belleza visual, no había conocido a nadie antes que hubiera dejado en él una impresión tan desorbitante.

Él nunca fue bueno reconociendo sus defectos. Haber nacido en una cuna de oro lo llevó a una infancia un poco arrogante y presuntuosa. Fue por ello que en medio de la Campaña para Derribar al Sol, en el área de Langya, había ignorado la presencia de los Jiang.

En aquellos tiempos sólo él se enfocaba en la estrategia de guerra, acudiendo a las reuniones, preparándose para el batallón. Sin embargo, su carácter inmaduro y arrogante disfrutaba en secreto aquel tazón de sopa extra que aparecía continuamente en su tienda.

Recuerda qué él tuvo cierta curiosidad ante tal consideración hasta preguntarle a una cultivadora que era una sirvienta de la secta LanlingJin. Ella asintió y la impresión de Jin Zixuan sobre ella aumentó hasta el capricho de promoverla de sirvienta a cultivadora invitada.

Más tarde, Jiang Yanli habría sido descubierta por ingresar a sus tiendas depositando un tazón de sopa.

Sin embargo, alguien ya había hecho esa acción.

Jin ZiXuan se sintió decepcionado. Una mujer proveniente de esa secta... ¿usurpando la benevolencia de otros?

Nacida de una secta noble pero con poca cultivación, Jin Zixuan no creía que alguien como ella pudiera hacer algo en el campo de batalla o ayudar con lo que fuera. En pocas palabras, él pensó que ella sólo buscaba una razón para acercarse a él, que estaba ahí para complicar las cosas.

Nunca la había entendido, y tampoco había querido entenderla. Debido a esto, por supuesto que no le iba a creer.

Y así, en ese mismo momento y lugar, él expuso la mentira de Jiang YanLi.

En otro mundo, en otro universo, las palabras de Jiang Yanli nunca tuvieron fuerza, en otro mundo en otro universo, ella escondería sus manos temblorosas y humillada, huirá del lugar llorando.

Sin embargo, en este mundo, en este universo, sucedió algo diferente.

Mientras Jin Zixuan daba su sermón, humillandola, Jiang Yanli no tuvo una reacción. No tembló, no lloró, ni siquiera mordió sus labios como suelen hacer las mujeres de alta nobleza que apretujan sus puños en una rabieta disfrazada.

Ella sólo caminó, pasando de largo con el tazón y colocándolo en una superficie mientras era observada por todos. Jin ZiXuan seguía hablando y sus mejillas se enrojecieron al sentirse ignorado por ella. Fue entonces cuando Jiang Yanli alzó el rostro y lo que vio ahí lo dejó sin palabras.

Porque no había llanto o vulnerabilidad, si no firmeza. Una voluntad inquebrantable.

—Tú... —Recuerda haber intentado hablar, pero Jiang Yanli lo ignoró, dirigiéndose a la cultivadora de la secta LanlingJin.

Jiang Yanli respiró profundo y con una voz suave, dijo:

—¿Es necesario mentir para sentirte satisfecha? Dime, ¿la secta LanlingJin te ha enseñado así?

Todos exclamaron ante tal declaración. Muchos intentaron intervenir, incluso el propio Jin Zixuan, fueron ilusos al hacerlo. Bastó solo una mirada de Jiang Yanli para hacer callar a todos.

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