VIII

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Su madre le acaricia la frente y Luo Binghe cierra sus ojos para disfrutar de la caricia. Está molesto, pero ahora no tiene sentido en expresar su enfado, no cuando ella está sonriendo, así como si muriera por dentro.

—No te enfades, Binghe. Esta madre no quiere verte con esa arruga en la frente—sonríe ella nuevamente y masajea la piel blanca del niño. Binghe baja la cabeza y suspira.

—Sangraste.

—Pero no pasó nada. Solo fue un accidente, sabes que me resbalé.

Ella no regresó y él tuvo que buscarla. Encontrarla caminando lentamente, cubriéndose la cabeza con un hilo de sangre escurriendo en su sien fue demasiado. Binghe aprieta los puños y trata de mantener la calma. Su madre se sienta en la silla y suspira. Wei Ying corre a su lado, le da un cuenco de congee caliente, sus ojos miran a Binghe y luego a su madre, tratando de saber qué debe hacer. De pronto, sus ojos se tiñen de un brillo extraño, con cuidado mira el rostro de la mujer y Wei Ying dice:

—No fue accidente. ¿Qué ocurrió?

La perspicacia es una cualidad innata en Wei Ying, no siempre reluce ese lado, suele disfrazarla con risas, bromas y una actitud despreocupada. Ahora, con una actitud seria rompe por completo la calma del lugar y Binghe también se dirige a la mesa, sus manos tiemblan y no sabe si es por rabia o estrés.

Su madre guarda silencio, mensamente suelta un suspiro y toca su cabeza. Binghe señala con la mirada una palangana de agua y Wei Ying toma un trozo de tela para mojarla y pasarla en la frente de la mujer. Ella se queja un poco, el niño se alarma y mira a su hermano, enseguida Luo Binghe se acerca a su madre adoptiva, revisándole la cabeza.

Hay inflamación a un lado de su cabeza, donde está una breve herida que emana sangre.

—Quise ayudar a alguien, no pude hacerlo. — La voz es suave, tanto que hace que la calma cobre su sitio. Ella aleja a Luo Binghe con cuidado y toma el paño para dejarlo en la mesa. Le da unas palmaditas consoladoras en las manos de Wei Ying. —Era un niño, tenía una venda en la cabeza que cubría su ojo derecho. Uno de ellos es de diferente color. Me atreví a llamarlo Hong... Hong-er. —Wei Ying toma de nuevo el paño, ella niega con la cabeza.

Luo Binghe contiene el aliento. Hay momentos en los que su madre le recuerda una y otra vez su alma cálida y corazón puro. La casa es humilde, sus vestiduras apenas se sustentan con retazos de tela y a veces, la comida resulta ser insuficiente, pero ahí está su madre: siempre dispuesta a ayudar a alguien.

—La verdad pensé traerlo aquí, estaría bien si hay alguien más ¿verdad? — Binghe sabe que nunca se opondría sobre ello y Wei Ying tampoco. —Pero no pude hacerlo.

Ella sonríe, cansada.

—Madre...—Binghe intenta consolarla cuando ella atrae a Wei Ying a sus brazos.

El niño tiene la costumbre de no atarse el cabello, ella suspira y deshace su propio peinado para tomar su cinta roja y acomodar los cabellos negros del niño.

—¿Él te lastimó? — pregunta Wei Ying después de una larga pausa.

Luo Binghe frunce el ceño de tan solo pensarlo, aunque es una posibilidad. En este país hay muchos niños que suelen mendigar comida y aunque madre ha intentado ayudarlos nunca es suficiente. La mayoría de las personas que no tienen recursos se convierten en bestias sin remordimientos.

Ella niega con la cabeza.

—No. Fue un hombre quién se lo llevó y no pude detenerlo— Ella ata la cinta roja y le da un beso en la cabeza del pequeño Wei Ying.

Siblings AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora