XIII

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—No importa lo que hagas ahora, Jiang Cheng. No podrás obtener el favor de tu padre. No lo obtuviste antes, menos ahora. Quizás nunca.

A mediodía, a la luz del astro rey, Jiang Cheng muere de pie. Su alma recibe un golpe de tempestad ante las palabras de su madre, Yu ZiYuan.

—Madre, no entiendo... ¿por qué...? — dice, apretando los puños, impotente.

—Claro, tú nunca entiendes nada. Tu ignorancia te llevará al fracaso, Jiang Cheng— Las duras palabras hacen temblar al niño. Jiang Cheng no se atreve a llorar, aun cuando su garganta está en carne viva, suplicando el sollozo, suplicando una explicación.

Él vino aquí a petición de su madre, no sin antes haber escuchado una fuerte discusión de sus padres. De hecho, solo fueron los continuos reproches de Yu ZiYuan, Jiang FengMian solo guardó silencio para luego retirarse sin mirar atrás.

Si Jiang Cheng alza la mirada, él notaría los ojos llorosos de su madre y el continuo temblor de la ira en su mano.

Si Jiang Cheng alza la mirada, él comprendería que a su madre se le ha rasgado su corazón en púas siniestras, desollándola viva.

Si Jiang Cheng alza la mirada... Pero nunca lo hace. En cambio, da media vuelta y sale del lugar con el dolor en sus palmas por apretar sus puños.

Es largo el camino para salir del salón, es largo el camino para llegar a los campos de entrenamiento de Lotus Pier. Sus pies se arrastran, mientras sus pensamientos continúan repitiendo las palabras de su madre convirtiéndolas en una lenta agonía. No es la primera vez que ha visto la actitud severa de su madre, pero nunca antes ella había hablado con tal frialdad como si dictara una sentencia o una maldición, ¿Por qué ella diría algo así?

Jiang Cheng sigue caminando, mueve sus manos inquietas en su regazo y finalmente las cruza en su pecho. Respira profundo y aparta su miedo al fondo de su mente.

No importa, sólo su madre está de mal humor y él sólo ha sido el objeto para verter toda esa frustración.

Con eso en mente, Jiang Cheng silba, esperando que sus tres perros vayan hacia a él como siempre lo hacen. Frunce el ceño cuando no llegan ninguno de ellos, vuelve a silbar. No hay respuesta. Camina unos metros más y escucha algunos ladridos, seguido de algunos gritos y de pronto se detienen.

Jiang Chen se alarma, comienza a correr. Llega al patio exterior donde están rodeados de árboles y aguas claras, ahí ve a un joven de ropa remendada que se esconde detrás de un niño pequeño. Su coleta revolotea con el viento y su cinta carmesí se mueve con gracia. El otro niño también tiene ropas remendadas, tiene un parche en su ojo derecho, su cabello está peinado en una desordenada trenza; su expresión es asesina mientras cruza los brazos y mira a los perros.

—Largo.

Es una voz infantil, decidida y profunda que arde sin tregua. Mansamente, sin quejas, los perros retroceden y gimotean, asustados. El niño parece satisfecho porque alza el mentón y resopla, mientras que el niño más grande se encoge aún más.

—¡¿Quién eres tú para hablarles así?!— Jiang Chen pregunta, molesto y desafiante. Su voz no alcanza el grado de autoridad que transmitió ese niño, ni parece que lo intimida porque el pequeño ni desvía su mirar, solo lo ignora, como si las palabras del futuro líder de secta valieran polvo. Jiang Cheng rechina los dientes, sacude sus mangas y no retrocede. —Jasmine, Princess and Love son buenos perros. No te atrevas a hablarles así—.

El niño cobarde que está atrás lo mira por un momento, mientras que el otro solo sonríe. Es una sonrisa llena de sarcasmo y burla.

—Patético.

Siblings AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora