La Bikina

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El día que Victoria Caballero conoció a Mauricio Valencia fue un día con el clima completamente perfecto, aunque ellos dirán que al tocarse las manos el calor llegó de repente a sus corazones.

Para Victoria las cosas nunca fueron fáciles pero aquel día parecía casi insoportable, por la mañana alguien había roto una cerca, su café estaba más amargo de lo normal y su hermano no había aparecido por ningún lado, mientras que su hermana había exigido ir a montar sola con Maximiliano, Victoria por supuesto cedió, no había manera de convencer a Helena de quedarse quieta en la hacienda si su mejor amigo estaba en casa solo para verla.

La muchacha suspiro y cuando creyó que había conseguido un poco de paz, su madre entro al despacho para hacerle un nuevo reclamo, uno que tenía razón de ser pero aún así la incomodaba terriblemente.

Ella sabía que había deudas que pagar y gente con la cual hablar pero se negaba porque aún no tenía una solución, su madre no parecía entender eso, lo cual solo provocaba la creciente desesperación de Victoria.

—Mamá todo va estar bien te lo juro, ya casi salimos, en cuanto esté la ultima cosecha todo estara bien —insistía Victoria—, y además las ultimas presentaciones han sido exitosas, si siguen ganando los congresos muy pronto compraran los caballos, son espectaculares y me esmere mucho en su entrenamiento.

Días se había pasado cuidando de los caballos que tanto amaba, hacía cuánto y más podía por mantenerlos en forma y sanos pero aun así no era suficiente, las deudas y los acreedores empezaban a respirarle en la nuca.

—Debiste venderlos sin entrenamiento —le riño su madre—, habríamos salido antes de esas deudas.

Victoria lo sabía, vender los caballos, el ganado y unas cuantas hectáreas de tierra eran las aparentes salidas, pero eran fáciles y a Victoria no le gustaban las cosas así, su padre le dijo que, por lo general, las oportunidades que se presentan así siempre traen más problemas; y estaba la cuestión del orgullo, los Caballero jamás se podrían desprender de sus tierras, era una idea abominable.

—Y la hacienda habría perdido su lugar en la federación —replico Victoria—. No voy a permitir eso, nunca.

—¿Es por Juan José? —pregunto su madre.

Victoria se encogió un poco al escuchar el nombre del muchacho con quién iba a casarse, los años seguían pasando y ella aún no encontraba la manera de que le doliera menos su separación, pero eso no se lo demostraría a nadie, menos a su madre quién a últimas fechas insistía en que Juan José tenía la culpa de todo. Lo cierto es que no era a causa de ese joven.

—¿Qué tiene que ver Juan José en esto? Es por mi, amo la charrería, amo entrenar a los caballos, si me lo hubieran permitido yo seria una… —la muchacha se detuvo cuando su madre levantó la voz en un tono burlón.

—Escaramuza, llegarías a reina charra lo sé, pero eso te ocuparía todo, no podrías estar al pendiente de lo demás.

Era una verdad dolorosa pero absoluta, ella no podía practicar la charrería pero aún así la llevaba en las venas.

—Por eso no lo soy pero yo necesito que mis caballos estén ahí, necesito la fama que me pueda traer.

Su padre había tenido muchos amigos, la fama no era exactamente de Vicente Caballero pero se llevaba los suficientes reflectores para seguir adelante con algunos negocios, que si bien no se habían perdido estaban en la cuerda floja, ya que la gente a cargo no podía superar el hecho de que la cabeza de la hacienda Caballero fuera una mujer joven y algo inexperta.

—Mientras tanto todos esos charritos te usan de catapulta, un año están aquí y al siguiente van con quién les patrocine mejor —se burló su madre.

Los Caballero [Saga Amores Incesantes #4] || CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora