7.- ¿A dónde irán las almas?

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Los meses pasan sin que Victoria mejore, parece que ser la única dueña de la hacienda no hace las cosas más fáciles y he intentado hablar con ella pero nunca quiere hacerlo, y la entiendo, lo que le hicieron fue atroz, yo aún me despierto por las noches gritando, llorando de rabia y coraje porque no pude defenderla.

La vida fue muy cruel al cobrarle a Victoria el crimen que nosotros cometimos, y eso no es todo porque también arrastramos a Helena y a doña Elisa, quiénes ahora mismo están preparando sus maletas para irse a la ciudad de México. A veces pienso en lo que pasaría si Luciano se atreviera a venir por Helena, lo mataría sin dudarlo, está vez estoy preparado, ya quité una vida, ya nada me importa, menos si con eso ayudó a mi Victoria. 

Un chiflido me devuelve a la tierra, volteo a mi espalda y veo a Juan José venir hacía mi, él también está preocupado pero no pregunta, quizá porque sabe que no obtendrá respuesta, nadie le va a decir lo que pasó y yo estoy muy tentado a hacerlo, él ha sido amigo de mi esposa desde hace muchos años, se preocupa por ella, por sus hermanos pero no sé, implicar a alguien más en esto puede ser contraproducente.  

—Victoria deberías regresar a la casa, estás agotada —le dice Juan José pero ella solo jala la rienda de Alazán y voltea hacia otro lado. 

Estamos esperando a que lleguen las nuevas cabezas de ganado, este no es mi trabajo pero hoy ví a Victoria más pálida que otros días y no podía dejarla sola, no importa si me hace trabajar como los demás, no si por lo menos de esta manera me deja estar a su lado.

—No te pedí un consejo Juan José, quiero estar aquí —le responde en un tono cortante. 

Ya empieza a angustiarme que les hable así a todos, la familia entiende su actitud pero sus trabajadores no y lo último que puede permitirse es tener problemas con ellos.

—Él tiene razón Victoria nosotros podemos… —me silencia con una mirada, lo hace más constantemente cada día.

Y es que no tengo cara para hablar con ella, debí entregarme esa misma noche aunque la hubiera perdido, si tan solo no hubiera sido tan cobarde nada de esto estaría así. 

—He hecho esto desde mucho tiempo antes de que tu pensarás en venir aquí —me contesta con el mismo tono que a Juan José—. Así que déjame en paz, yo sé lo que hago.

Se va galopando hasta el otro lado del establo en dónde los demás peones están preparando los hierros para marcar el ganado, Victoria es quien verifica que se haga correctamente para no lastimar más a los animales y yo tenía una propuesta para sustituir los hierros ardientes por tatuajes pero ahora me va a mandar al diablo si se lo digo, alegará, como siempre, que ella es veterinaria y sabe lo que hace. 

—Señor Valencia, no quiero meterme en lo que no me importa pero debería hablar con ella —me dice Juan José en un susurro—, hace semanas que no está bien.

Para ser exactos casi cuatro meses y todos pueden ver —ya que no es solo su carácter y la manera de dirigir la hacienda lo que ha cambiado— que Victoria parece enferma, está pálida, sus ojos siempre están hinchados y las uñas de las manos se las ha dejado en carne viva.

—Si te importa Juan José y como a mi rara vez me deja venir aquí es que te quiero pedir un favor —si Victoria le dio la confianza yo también—. No la dejes ni por un segundo fuera de tu vista, aunque no quiera no la dejes sola por favor.

Más ahora que siempre carga con un arma, mi mayor miedo es que si la descuidamos haga algo para lastimarse. 

—Ahora que estamos aquí y que me está dando la confianza, quiero preguntarle, ¿qué pasó? —su mirada es de reproche, con toda la razón, lo mas lógico y evidente es que yo tenga la culpa— Ese día supuestamente los asaltaron pero no les quitaron nada, además eso no justifica el hecho de que decidiera quedarse la hacienda.

Los Caballero [Saga Amores Incesantes #4] || CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora