41.- La mujer que me ama

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Mi madre siempre tuvo una idea muy clara de la navidad, debía ser blanca, generosa, cálida y acogedora, por eso cada navidad de niño las pase en Quebec, después en la adolescencia yo prefería algo diferente, me llevaron a Rockefeller Center, en New York, a Zúrich, a París, íbamos de lugar en lugar buscando algo y nunca supe que era hasta mi primera navidad con Victoria. 

Ese día supe que lo realmente le faltaba a mis navidades y a mi vida en general era un lazo familiar, porque al estar aquí fui testigo del amor verdadero, vi a la gente disfrutar de la noche con lo poco que tenían, sin importar que quizá el día de mañana no tuvieran que comer, o si habría trabajo, todo era muy austero pero era bueno, tenía el calor que mamá siempre busco, durante un par de años intente traer a mis padres aquí pero siempre se mostraban muy reticentes, su negativa se debía principalmente al poco trato que tenían pero parece que después de tenernos en su casa por un mes las cosas han cambiado. 

Hoy, mientras nos preparábamos para bajar Milagros subió a nuestra habitación para decirnos que mis padres estaban aquí y eso en este momento no le hace ninguna gracia a mi esposa, así que después de pedirle a Milagros que los lleve a una habitación me quedo a solas con Victoria para aclarar el posible malentendido que podríamos tener.

—Yo no los invite —digo rápidamente. 

—¿Entonces que hacen aquí?

Pues desde mi punto de vista hay dos razones evidentes, para empezar mi padre no puede salir del país y mamá extraña al niño. 

—Se sienten solos Victoria —contesto simplemente—. Nada más nos tienen a nosotros.

—Lo sé y está también es tu casa Mauricio, pueden quedarse —no esperaba algo distinto—, pero yo no puedo ofrecerles una navidad como las que están acostumbrados.

Ahora mismo todos están afuera preparando la mesa para comer todos juntos, siempre se hace así, cada fecha importante la pasamos con la gente que trabaja para nosotros porque es importante, nos parece la mejor manera de asegurar que todos estén contentos. Mis padres nunca se han puesto en un situación así, no sé si lo acepten pero si lo hacen solo ellos tendrán un problema. 

—No te preocupes por eso, yo me encargo de que se comporten —le aseguró y me encaminó a la puerta.

—No quiero ver ni una cara mala —me advierte y salgo de la habitación.

Con nada de ganas camino hasta la habitación en dónde se encuentran mis padres, tomando una gran respiración abro la puerta, están muy ocupados terminándose de arreglar, por suerte está vez se han moderado.

—¿Están cómodos? —les pregunto llamando si atención.

Ambos se acercan de inmediato para darme un beso en la mejilla y también un abrazo, de alguna manera se siente algo reconfortante.

—¿De quién es esta habitación? —me pregunta mamá mirando a su alrededor.

—Era la de Victoria, ¿no es agradable?

Es la segunda habitación más grande de la hacienda y la que mejor vista de los huertos tiene así que deberían de estar cómodos. 

—Si, pero imaginé algo más rústico.

Mi suegra tiene muy buen gusto, por lo tanto ha mantenido la casa bien decorada, incluso hasta moderna, es la única que tiene paciencia para estar pensando en cambiar muebles de un lugar a otro. 

—Mamá, no más comentarios de ese tipo —le pido amablemente—. Quiero pedirles de favor que cuando bajen estén de buen humor, sonriendo y amables con todos, no solo con la familia.

Los Caballero [Saga Amores Incesantes #4] || CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora