30.- Así era ella

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Mi padre está haciendo su trabajo, lo veo a una distancia prudente de dónde se encuentra platicando con Octavio Escalante y se le ve tranquilo, cómodo hablando con ese hombre.

No sé hasta qué punto las cosas se van a complicar y me tengo mucho miedo por mis padres, no estamos tomando las debidas precauciones, esto fue demasiado apresurado, papá no venía preparado, ni siquiera tiene un plan y hablarle a Octavio de repente de la empresa de Marcelo es algo que va a levantar sospechas y no solo es eso; está noche he visto tantas caras amigas, hay mucha gente del pasado que está regresando, las cosas están tomando un rumbo que no me gusta, solo me producen incertidumbre, es una zozobra insoportable.

Discretamente mi padre me hace una seña para que camine, me muevo en dirección a donde deje a Victoria, solo unos segundos después él me toca el hombro, volteo a verlo intentando sonreír, aunque eso probablemente si levanté sospechas, nunca sonreímos.

—¿Cómo te fue? —le pregunto intentando no gesticular. 

—Solo dijo que lo pensaría, me llamara mañana —aprovecha que uno de los meseros pasa para tomar una copa de vino.

—¿Crees que lo haga? —ya que de eso depende su vida.

—Si —pues no se le escucha muy seguro—, pero por el bien de tu mujer será mejor que llame un poco menos la atención, sabes que tiene una debilidad por las mujeres bellas y de carácter.

Es que ella ni siquiera está llamando la atención, sólo está ahí platicando, intentando encajar, claro que estaba consiente de que las personas iban a fijarse en ella, realmente está vez se superó a si misma pero ese no es motivo para que ese hombre se ponga a hacer comentarios con mi padre, el que venga a advertirme me da mala espina, solo espero que se quede bien lejos de nosotros porque no respondo por mis actos, no me importa quien tenga que caer con tal de proteger a mi esposa. 

—Más vale que esa sucia bestia no se le acerque y más te vale a ti papá que consigas lo que te pidieron —me acerco a él tomándolo por el hombro—. Ya que, si algo amenaza a Victoria, si por tu culpa le tocan un pelo, no será Fernando quien acabe con ustedes si no yo.

Levanto la copa que tengo en la mano para chocarla con la suya y después me alejo lo más rápido posible de él, no quiero verlo, por lo menos no está noche. Camino de prisa buscando desesperadamente a mi esposa, es vital que llegue con ella, cuando logro localizarla camino más a prisa pero me tropiezo con alguien, mejor dicho casi la arrollo.

—¡Cuidado! —la joven hace como que se limpia el polvo que no tiene sobre el vestido y después muy enojada levanta la vista, me reconoce y milagrosamente sonríe— Mauricio te me apareces en el momento justo, iba camino a dónde está tu esposa, no me canso de ver ese vestido, creo que lo hice para ella.

No me ve en seis años pero eso es lo primero que me dice, Alina siempre ha sido así, a veces es muy distraída, otras muy sagaz, depende de su humor y según vi hace rato se molestó cuando escucho que los gastos de la remodelación del orfanato iban a correr por parte de su empresa, no creo que le moleste la donación, si no quien la ofreció y es precisamente la persona de la que todos nos queremos deshacer, de la que parece cada día es más imperativo que nos deshagamos. 

—No la conocías —victoria tampoco se prestaba mucho para eso.

—Claro que sí —me responde con desdén—. Helena no hace más que hablar de ella, todos sus diseños los hace para ella, ahora sí que me arrepiento de no ir a tu boda.

Yo también lo siento mucho, creo que nuestras anteriores visitas a la ciudad de México hubieran sido mucho mejores si mi esposa hubiese tenido un aliciente para estar aquí, incluso hubiera sido una excusa para convivir más con Helena. 

Los Caballero [Saga Amores Incesantes #4] || CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora