20.- Besos y copas

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—¿En dónde está? —me pregunta Helena cuando entro al despacho. 

Realmente nunca creí que dejar salir al niño fuera tan peligroso pero me equivoqué y ahora estamos metidos en un gran problema, uno del cuál no vamos a salir hasta que todo termine.

—Bañando al niño, está muy alterada —hace mucho tiempo no la veía así.

Es como los primeros días, está retraída y murmura cosas incomprensibles, está asustada y quiere venganza, ella necesita sangre y muerte para sentirse tranquila y eso no me gusta pero viendo las cosas es lo mejor. Acabar con él es lo único que podemos hacer si queremos vivir en paz el resto de nuestras vidas. 

—Yo siempre creí que él no mostraría interés por el niño —murmura Helena— ¡Dios mío! Si algo le hubiera pasado… —la detengo para que no se haga eso, aquí ya hay suficientes culpables. 

—Eso fue un accidente Helena, no fue culpa tuya, ni de Valentín —el pobre ni siquiera sabe porque tanto odió.

—Pero no debí quitarle la mirada de encima, fue una imprudencia mía —eso no se lo voy a protestar—. Victoria nunca me va a perdonar lo que pasó, yo misma no puedo hacerlo, me quedé paralizada delante de él, le tuve miedo Rogelio, yo le tuve miedo. 

Helena es solo una joven, acostumbrada a una vida fácil, eso no es su culpa, tiene carácter pero le falta templarlo, necesita madurar porque siempre ha creído que puede enfrentarse a él y no es así. Si llegara a hacerlo lo más probable es que solo tengamos un espectáculo más como el que Victoria dio el día de hoy y eso no se lo puede permitir. Aunque pensándolo bien, cuando él muera sabrán que fue uno de los hermanos Caballero, queramos o no seremos los principales sospechosos. 

—Él mato a tu padre, abuso de tu hermana, es normal que le temas —le digo pero no espero ser un consuelo y ahora lo único que me importa es mi esposa—, ¿qué fue lo que le dijo a Victoria?

Alguna plática aunque sea corta tuvieron, por eso subió tan deprisa y se encerró con nuestro hijo. 

—Algo muy raro, dijo que le había encontrado cierto parecido con alguien —volteo a ver a Rogelio, está pensando lo mismo que yo. 

Antes de poder decir algo más la puerta del despacho se abre y entra Victoria, esta vez está decaída, viene con la cabeza gacha, ese hombre se volvió a salir con la suya y la logro desestabilizar. 

—Lo que dijo fue solo para provocarme —le contesta Victoria—. Vicente es hijo de Mauricio, yo tengo las pruebas de ADN que lo confirman. 

Helena no está convencida, se levanta del lado de Rogelio para poder mirar a su hermana a la cara.

—Victoria quizá pudieron equivocarse con los resultados, si ves bien al niño se parece…

Mi esposa levanta la mano para callarla, no quiere escucharla, ni nada que se le parezca. Lo único que Helena está haciendo es revivir los demonios que habían acompañado a Victoria en su embarazo, está recordándole la tortuosa idea de que Vicente es hijo de Luciano y eso es algo que no soporta, que dejó de creer gracias a mi.

—No te atrevas a decirlo, yo no… mi hijo no puede ser hijo de ese hombre —responde apretando los puños—. Se parece a nosotros.

Eso es lo único que impide que los demás empiecen a hacer conjeturas, lo único que nos salva de la dolorosa verdad. 

—Si pero hay algunos gestos y rasgos que… —Helena inicia de nuevo pero Victoria no quiere saber nada.

—¡Basta, no continúes por ese camino! —le grita haciendo que su hermana se alejé y que Rogelio se ponga en pie para evitar que le haga algo— ¡Mauricio díselo, dile que es tuyo! ¡Mauricio por favor!

Los Caballero [Saga Amores Incesantes #4] || CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora