capítulo 2: no puedo solo dejarte morir

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—Oh ... Señorita Nana. ¿Qué la trae por aquí? —dijo un oficial de comisaria con entusiasmo al ver al símbolo de la paz entrando con cautela al lugar—. ¿Puedo pedirle un autógrafo?

Había pasado cerca de quince minutos volando por las calles buscando un lugar seguro donde dejar al villano. Pasado el tiempo lo encontró; pero seguía sin querer llamar la atención y por ello tenía su cuidado por encima de todo. Solo debía entregarlo e irse. No podía ser tan complejo.

—Quizá en otro momento. Tengo prisa —informa ella con incomodidad.

—Por supuesto. ¿Qué necesita? —Responde el oficial.

—Quiero que a este villano lo mantenga bajo mucho ... mucho ... mucho .... ¿Eh? —Nana sonrió por ver la estimación y educación de la persona que tenía delante, por un segundo pensó que podría al fin tomarse el día y no ver interrupción alguna nuevamente. Pero su mueca cambió por una más confusa y hasta ligeramente preocupada en el momento que se tocó los bolsillos. —¡No está!

Gritó, y la molestia que pudo haber evitado no fue conseguida al final, muchos la vieron y supieron identificar esa única y bella voz.

—¡Es Nana!

—¡Señorita Nana! —Gritaron algunos que comenzaron a dar uno, dos y hasta tres pasos hacía ella que los veía con un ceño preocupado.

—Maldi ... —Nana estaba por volar e irse del lugar, se sintió obligada a hacerlo por su irresponsabilidad. Sin embargo, toda persona antes de acercársele centró sus ojos en la dirección del sonido explosivo "¡Boom!" que escucharon sus oídos, al igual que la heroína.

—... Debe ser una broma ... —comenta la mayor con disgusto al recordar el sentimiento fastidioso que obtuvo gracias al molesto muchacho peliverde que le tocó en la cintura, y sin querer, aflojó el agarre que su bolsillo tenía sobre las botellas .

Con audacia la mujer pega un salto a la salida y al nada más estar afuera, pega otro más, pero esta vez fue uno enorme, uno lo suficientemente gigantesco como para dejarla a la altura de muchos edificios.

—¡Vamos! ¡Vamos! —Se precipitaba ella—. ¡Se supone que hoy es mi día libre!

Un minuto, solo eso basto para que ella llegase y viese a la multitud arrinconando un espacio fogoso y destruido en el centro sobre el cual, el mismo monstruo que temía encontrar estaba poseyendo a otro joven. Katsuki Bakugo.

"¡Mierda!... Debo ser precavida, esta vez no podré tomarlo por sorpresa con otro golpe. No de la misma manera" asume Nana con fastidio, y sin hacerse notar por cualquiera, se coloca atrás de las organizadas filas de personas y con sigilo se comienza a adentrar entre ellas.

—¡Despejen la zona, no podemos arriesgarnos a que capturé o lastimé a alguien más! —grita un héroe, y la multitud retrocede un poco para infortunio del caminar de la pelinegra, que sin darse cuenta recibe un empujón y cae al suelo con la cabeza libre de la capucha.

—¡Maldición! —susurra ella con desespero, tratando audazmente de ponerse de pie—. ¿Eh? —mas, al ver esa imagen con el rabillo del ojo a un costado, al ver ese cabello rubio correr y apartar a las personas de un empujón, con esa vives y misma emoción que tuvo en algún momento de su vida, esta se queda estática e impactada para susurrar. —... Toshinori...

Pero ese no era Toshinori Yagi, claro que no era su difunto alumno. Lo tuvo en claro cuando lo vio bien. Era... Izuku Midoriya, el que gritó.

—¡Jódanse! —con muchos nervios.

Momentos antes de que todo transcurriese: en el parque, un pequeño peliverde se quedó impotente al ver a su súper heroína preferida marcharse del lugar con esa sonrisa. Manteniéndose en la misma posición unos minutos con esa destrozadora emoción que sobre él recargaba con pesar.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora