Capítulo 8

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Primera prueba: carrera de 50 metros.

Sabía que no lo podría hacer tan bien como Lida, o tan siquiera Asui Tsuyu, quienes consiguieron tiempos verdaderamente aceptables para un héroe. No podría hacerlo, no si seguía la tonta idea de apostar todo con la última prueba.

"Minimizaría mis daños y aumentaría mis posibilidades en cada distinta prueba"

Su amiga ya le había dado una buena salida, a su parecer, y sin contar el tremendo dolor que tendría posteriormente.

Solo quedaba esperar a que la suerte le indicase que ese era su día y le ayudase a controlar lo suficientemente bien su peculiaridad para no romperse las piernas o cualquier parte entera del cuerpo al comienzo de todo.

Katsuki estaba a su costado, su mirada denotaba demasiada confianza. Su sonrisa tiranía. Y las pequeñas chispas en sus palmas hacían temblar ligeramente sus codos de la emoción.

—No voy a permitirlo. Ya no estamos en la segundaria —susurro el peliverde.

Bakugo detuvo su característico ceño. Se tornó algo inexpresivo con la mirada todavía afilada, ligeramente. Miró a los ojos vacíos de Izuku, que condecoraban su alrededor con la confianza que supuestamente solo él debía poseer. Girando su mirada a un lado, a unos quince pasos de ellos, vio a la pelinegra de la clase, Momo: quien tenía las manos entrelazadas una con la otra, como si estuviera haciendo las mismas peticiones que Izuku a la suerte a algún Dios. No había que ser un genio para saber que estaba extremadamente preocupada por él. Y la mirada no era exagerada. Ella podía sentir los latidos de su corazón retumbando lo suficientemente fuerte en su pecho como para escucharlos con sonido ecoico en sus tímpanos.

—Por favor... vamos

Devolvió los ojos al frente. No se molestó por preguntarse qué había dicho la pelinegra. Estaba a un solo segundo de mostrarle a deku lo débil que era, no perdería la oportunidad por mínima que fuese.

Vamos Izuku Midoriya. Demuestra que Nana no hizo una mala elección. No seas expulsado.

—En sus marcas... listos...

No importa si cada segundo te pesa más la respiración, o si tus pies tambalean, o si simplemente no puedes permitirte ni siquiera parpadear. ¡Demuéstralo!

Antes de que pudiese seguirse atormentando con el pensamiento de una derrota humillante. Sonó un pequeño disparo en el ambiente. Similar al de las pistolas cargadas con balines poca pólvora que los niños usaban para jugar.

—¡Velocidad explosiva!

Katsuki reaccionó casi al instante y viendo delante de él, la meta se encontraba cada vez más y más cerca. Llegaría en menos de 4 segundos si mantenía el vuelo con sus explosiones. No se tomaría el tiempo de ver lo poco quemado que dejó al pequeño peliverde en su brazo izquierdo, por su abrupto arranque.

Momo tragó aire de manera áspera por su garganta al ver que Izuku se quedó quieto nada más comenzar. No fue cómodo pensar que Bakugo le había hecho mucho daño. Todos iban a poner caras de confusión y desagrado. Pero antes de que el profesor Aizawa se preguntase lo que pasaba; todos vieron una pequeña corriente de viento formarse en uno de los pies de Midoriya. Fue solo un segundo, luego Midoriya salió volando de donde estaba.

—1.3 segundos —se escuchó decir de la máquina que medía a cada estudiante; luego anunció el resultado de Bakugo—. 4.13 segundos.

Todos señalaron sus ojos a Midoriya. Entre ellos resaltaban los del rubio, que parecían salírsele de las cuencas. La sangre se sintió como pequeños pedazos de hielo corriendo por sus torrentes. El cuerpo mismo se quedó como una estatua congelada.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora