Hace 20 minutos el tipo de atuendo extravagante había quedado atrás en las cadenas sujetas al concreto que su mente creó para poder subsistir al terrorífico poder de Baki Hanma, quien acompañado de la niña a la que rescató iba por las calles, escondida en su pecho, lágrimas brotando de sus delicados párpados, arremetiendo con ella en temblores que su respiración agitada le producía y motivaba a sentirse peor.
—Hey, pequeña —Baki la sacude un poco, haciéndole saber que seguía a su lado, pese a que le sentía, consideraba posible el hecho de que se le olvidase por unos momentos, tal vez por todo el trayecto que llevaban ya recorriendo. —¿Cómo te sientes? Ya le hemos dejado atrás... él, ¿te hizo daño?
Su sutileza, aunque aparentaba no estar presente, él hacía un esfuerzo por demostrarla tanto como le era posible. Pues no tenía demasiada experiencia con los niños, Izuku era alguien muy distinto de ellos, su mentalidad, aunque inestable, rondaba edades que sobrepasaban con creces las de sus compañeros, y aunque su sobrepensamiento, la ansiedad, o similares no le dejasen demostrarlo, él era consciente de la verdad; en cualquier caso, estaba caminando en la cuerda floja con la muchacha de cabello gris.
Ella no responde, prefiere seguir llorando en silencio por el miedo de ver otra atrocidad llegar en respuesta a la mano que extendió suplicando por ayuda. Tenía la sangre más grabada en su cabeza que su mismo idioma natal, y verla todavía más, la hacía sentir enjaulada, presa del pánico por el cual se mantuvo en la camilla aguantando todas esas pinchaduras.
Baki visualiza su miedo casi literalmente, y le acaricia el cabello antes de intentar nuevamente.
—Está bien, todo está bien.
Le susurra al oído, sentándose en una banca que encontró por ahí al aire libre en un parque poco habitado.
Ella se preocupa todavía más porque se detuvieron, por primera vez, se intenta soltar de su agarre para irse corriendo con la esperanza de que al final de la noche el buen hombre que la ayudó a escapar por unos minutos más todavía siguiese con vida.
No había que centrarse mucho en todo para saber lo obvio que era el hecho de que esa niña quería correr como caricatura de tez blanca por sobrevivir.
—Tranquila —no obstante, sus susurros siguen surgiendo tratando de consolarla—, está bien, tranquila. No te va a pasar nada.
Sus intentos son tan fructíferos como un castillo de arena bajo el mar. La niña cree poder soltarse en algún momento y su determinación no vacila, en pequeños empujones que podrían ser considerados tiernos, ella persistía.
Baki mira a los lados, no hay muchas opciones o Izuku al qué consultar tan siquiera, no conocía la casa de Yaoyorozu para visitarla. Estaba en aprietos, necesitaba de algo o alguien; por desgracia, sus conocidos eran muy limitados, la lista bien podía ser contada con una sola de sus manos, a los que consideraba suficientemente cercanos para la tarea, es decir, y la opción más viable, era la mamá de Izuku, pero le incomodaba pensar en ello como una opción, no quería molestarla, con lo mal que se sentía traerle problemas, prefirió mejor arregarselas solo.
—Dios, ¿por qué la vida debe ser tan complicada? —cuestionó a nadie.
La frase le trae recuerdos involuntariamente.
—Baki, amor —escucha retumbar, y comienza a visualizar la etapa de su vida en la que por una vez, pelear no era tan importante.
—¿Sí? ¡Dime que no es otro antojo! ¡Acabo de venir de la pastelería!
Kozue ríe divertida desde la cama, bajando su libro sobre cuidados de bebé para mirarle amablemente.
—Estaba leyendo un poco —le dijo ella con voz suave mientras él se acercaba y tomaba una silla para sentarse a su lado—, y me di cuenta que aún no decidimos un nombre para el bebé.
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Mi Perfecta Casualidad
FanfictionIzuku Midorilla no pidió nacer sin peculiaridad, no pidió esas burlas tan fúnebres como cualquier mañana en la que se levanta con pesar para recibir esas malditas miradas. Lo que era su sueño, está comenzando a dejar como tal, un simple sueño, pero...