Capítulo 5

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"Ahora... ahora ten valor, y bésalo... no pierdas esta oportunidad"

Era el pensamiento centrado que la mantenía indecisa y con las piernas temblando.

"¿Pero y si no le gusta"

Se contradecía posteriormente, con una y mil cosas parecidas.

"¿Qué pensará de mí?"

Su respiración comenzaba a tornarse agitada, sus mejillas enrojecieron y el peliverde estaba allí, con los ojos cerrados y haciendo un poco de esfuerzo por mantenerse de pie. No captaba nada más que la nada, estaba en paz. Verlo tan inexpresivo, con ese cuerpo formado en meses anteriores y, sobre todo, ver el recuerdo que ni en ese instante no pudo evitar asaltarla, la hizo pensar en lo poco que realmente debería importarle el asunto.

Sus emociones comenzaron a moverla y dejó a un lado ese temblor molesto de sus canillas. Dio un paso al momento en el que sus brazos se alzaron. Dio uno más y sus palmas sintieron por primera vez la calidez suave de sus pecosos cachetes.

—¿Nana? —preguntó Midoriya algo extrañado.

Usualmente en los comics los poderes se transferían tocando la cabeza de uno, quedándote quieto, o alguna cosa por el estilo. Pero ese ambiente, y la mismísima heroína numero 1 no era un comic. Negó ligeramente con la cabeza y pidió perdón antes de quedarse callado y permitir que ella hiciese lo que tuviese que hacer.

Sus parpados no se abrieron ni un poco. Nana ni siquiera le pudo escuchar, se perdió tanto en sus pensamientos que el alrededor quedó en blanco. Solo eran ella y el recuerdo de su pequeño rubio los que colisionarían en un cálido beso. Sus labios se acercaron peligrosamente a los del peliverde y la aceleración que su corazón tomó hizo apretar ligeramente el agarre en sus mejillas sin querer.

—Supondré que se está tomando su tiempo... —susurra el peliverde algo incomodado. A un solo centímetro de que sus vírgenes labios chocaran con los de ella.

Nana por fin escuchó su voz. La imagen de Toshinori Yagi desgraciadamente desapareció y por fin vislumbró el rostro de Izuku Midoriya, junto con el resonar calmante de las olas del mar.

Se vio apenada y soltándolo de su agarre tomó rápidamente uno de sus cabellos para vociferar.

—¡Bien! ¡Ábrelos!

Con apuro.

Midoriya abrió los ojos tal como le indicaron, e inmediatamente vio la mano de su súper heroína con uno de sus cabellos frente a sus parpados.

—¿Qué es esto? —se cuestionó.

—¡Comételo! —ordenó ella, con un tono similar a la molestia de uno en cuanto escucha la alarma de la madrugada para ir a trabajar. Su acción la hizo de un lio mental muy batallado por las ideas de "lo hubieras hecho" y de "hiciste lo correcto".

—... ¿Me hiciste cerrar los ojos solo para que no viera cómo te arrancabas un cabello? —preguntó Midoriya.

—¡Así es! —correspondió ella rápidamente.

Él no desapegó la imagen del cabello, por lo que no notó el sonrojo claro en las mejillas de Nana.

—Bueno... da igual —cogiendo el cabello entre sus manos, no se toma la molestia de masticar y sentir nada, sino que lo traga como si fuera una pastilla. —¿Es todo?

Lentamente subió la mirada, Nana contempló eso con un pánico gigantesco. Si llegaba a preguntar por qué estaba nerviosa, su miedo la haría temblar en el tono y posiblemente con lo perspicaz que se volvió el peliverde, notaría algo extraño. Al menos eso pensaba.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora