Capítulo 26

254 32 6
                                    


Izuku había terminado su tiempo con Toga. Había conseguido que ella se abriera demasiado con él, y pese a haber pasado prácticamente todo el tiempo abrazado a ella, creía que ambos lo necesitaban. Tomando todo el aliento que necesitaba, regocijándose con la brisa helada que no hacía nada sino ponerlo nostálgico, se direccionó hacia el portal.

—Izuku-kun —le llamó ella. —Estarás con nosotros para siempre.

Él sabía que las promesas ya no eran lo suyo. Había comenzado a detestarlas porque cumplirlas de verdad era una molestia. Fatigarse así mismo en esos días era muy poco conveniente.

—No puedo asegurarlo —comenzó diciendo. —Pero tampoco aseguro que en algún momento me iré.

A ella le convenció la respuesta, y quitó el peso de su mirada para dejarle caminar.

Ahora el escenario se posaba dentro de los límites de la ciudad. En una propiedad diseñada como el antiguo japón, muy bien adornada y poblada, en cierto sentido. Los sirvientes eran escandalosamente numerosos.

—Creí que demorarías un poco más. O que no vendrías.

—Ya sabes cómo es Toshinori. A veces puede ser muy quisquilloso con lo que pide.

Dabi sonrió divertido porque era muy cierto.

El peliverde, colocándose su mascarilla en caso de que algo saliera mal o que alguien los viera de casualidad, pese a la altura, se posó en el borde, dejando sus piernas apuntando al precipicio y su espalda jorobada, recargada sobre sí misma.

—¿Quieres?

Él extendió un cigarro. Midoriya no tenía la edad suficiente para ese tipo de cosas, y aunque la tuviera, seguramente se negaría de todas maneras. Su madre lo mataría si se llegara a enterar.

—No, gracias, pero no fumo.

Dabi ladeó la cabeza comprendiendo, halagando con una mueca su buena actitud.

—¿Qué haces en estos lugares? Cualquiera creería que prefieres los callejones oscuros, los bares, o cosas así.

—Y estás en lo cierto —rio suavemente—, sin embargo, creo que a veces es necesario ponerme a fumar en este sitio.

Izuku volteó a ver la propiedad una vez más. Buscando en ella alguien relevante para sacar algunas conclusiones qué debatir con él.

Una gran figura destacó por su brillo, su altura y sobre todo la presencia que ejercía en los mayordomos, a quienes intentaba calmar siendo menos él. Izuku de inmediato entendió el por qué.

—¿Casa? —le cuestionó.

—Sí. Lo era.

Dabi dio una profunda calada a su cigarrillo, soltando el humo en un suspiro lento para sentirse satisfecho con esa cosa antes de que se acabara y le acercara quince pasos más a tener cáncer al pulmón.

—¿Qué sucedió? —le preguntó Izuku al ver que el interés de su compañero por hablar era casi nulo, y seguidamente a su declaración se planteaba dejarse llevar por sus pensamientos. Perdiéndose en una dimensión de la que costaría sacarlo.

Dabi lo miró a los ojos, neutro. Vio la misma sensación en él.

—¿Por qué debería? El gusto que tengo por recordar es el mismo que tú a Nana.

Posteriormente observó las nubes, demasiado perezoso para seguir cargando su cabeza, recostándola en el concreto del costado, el cuadro de concreto que conectaba con las escaleras del hotel.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora