Capítulo 20

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El sonido de las ruedas del tren chirriando en contra de las vías fue el aviso que necesitaron para ponerse de pie. Aún le costaba moverse con sus quemaduras. El último beso que Recovery Girl le dio antes de irse de la U.A fue muy útil al darle la capacidad de moverse nuevamente.

—Llevas con la misma mirada desde hace veinte minutos vieja. ¡Maldición! ¡Es por esto que siempre te digo que no me falta mucho para largarme de la casa...!

Katsuki iba a caer al piso, perdió el equilibrio en cuanto su voz alcanzó su punto máximo de volumen.

Por suerte su madre logró detenerlo antes de que se pusiese de un peor humor.

—Estoy esperando por tu respuesta —le dice ella.

—¡No empieces! ¡No...!

—¡Katsuki Bakugo! ¡Si no respondes ahora mismo te juro que no te dirigiré la palabra hasta que te gradúes de la academia, donde desafortunadamente deberé de decirte felicitaciones!

Anteriormente ellos habían tenido conversaciones violentas. Eran dos bombas de tiempo. No obstante, el sentimiento que usualmente se transmitió en esas charlas fue... irritación. No un leve odio.

Se quedó callado, mirándola con la boca abierta y los ojos muy abiertos.

La gente a su alrededor trató de caminar más rápido para no sentirse incomodos y ellos dos, se quedaron aparentemente congelados en el tiempo.

Recobró su compostura en cuanto los murmullos incrementaron y tiró su brazo de los de su madre para volver a caminar.

—¡¿Qué quieres que te diga?! ¡¿Que es mi culpa que fuese un Quirkless?! ¡¿Que es mi culpa que él no pudiese defenderse?! ¡¿Que actuase como niñita?!

Su caminata trastabillaba, por lo cual no lograba distanciarse lo suficiente de esa mujer. Ella, por otro lado, dejó de transmitir esa emoción tan perniciosa para ambos, en su lugar, miró afligida a su hijo.

—Tú lo sabes —le dice susurrando.

Katsuki frena en seco. Siente una marea de sudor helado decaer por su espalda y si no fuese porque recobró el equilibrio a tiempo, su madre no hubiera impedido que cayese al suelo por segunda vez.

—Sabes que hiciste mal...

Con dificultad dio media vuelta.

—¡¿De qué estás...?!

Y recibió una cachetada por intentar negarlo una vez más. No recordaba, cuando alguna vez su propia madre le había golpeado. ¿De qué servía hacerlo? Ella nunca lo había hecho.

Al contemplar su figura y el buen toque que el sol atrás de ella le otorgaba, compartió la tristeza de esos ojos.

No importaba. Seguiría refutando que tenía la razón, siempre era así. Nadie podía decir lo contrario. Nadie lo hacía.

—No deberías hacer eso Kacchan. Es peligroso.

Nadie, a excepción de Midoriya. Su versión de niño.

—Eres asombroso Kacchan.

Las palabras se tornaron pesadas. El espacio entre sus pulmones se comprimía. Podía verlo con más claridad a medida que esas milésimas de segundo transcurrían.

—Seré el mejor amigo del héroe que más admiraré...

Y para cuando quiso dar la respuesta más ingeniosa que se le pudo haber ocurrido, finalmente sus rodillas tocaron el suelo.

Sus dientes chirrían del dolor agudo causado por el abrupto choque contra el pavimento. Ello lo condujo a respirar alteradamente. Al final, no pudo seguir ocultándose.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora