capítulo 9

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—¿Superó los 700 metros?

—¡Otro record digno de un héroe!

—¡Su dedo se hinchó! Fue así en el examen de ingreso también... tiene una peculiaridad extraña...

—No tiene mucho estilo.

Todo era un caos emotivo con diferentes reacciones ante la nueva actuación de Midoriya. El profesor, sorprendido por ver el brazo de su estudiante casi perfecto, se quedó absortó por su ingenio. Él y cada uno de los demás presentes sintieron cómo el viento colisionaba contra sus rostros en un rabioso grito. Inclusive tenían las zapatillas y los pantalones ligeramente manchados por la arena que salpicó del simple movimiento.

—¡¿Qué es ese poder?! La peculiaridad de cada uno se manifiesta hasta los 4 años. Esto es impensable.

Todo, absolutamente todo logro de Midoriya hubiera resultado molesto para el rubio de cabello oxigenado. Pero eso... eso fue más que una simple molestia. Era casi comparable al odio. Pensó que quizás el peliverde consideró gracioso pasarse de listo y hacerle creer que era un chico desafortunado. El pensamiento solo favoreció su emoción. Los recuerdos terminaron por moverle las piernas.

Con las manos ardiendo en unas pequeñas chispas explosivas Katsuki arrancó contra Midoriya.

—¡Hey! ¡Dime qué está pasando deku! ¡Bastardo!

Aizawa inmediatamente despegó sus ojos del celular en su mano. Vio tres veces el resultado y al joven que lo consiguió para cerciorarse de que no fuese alguna extraña alucinación. Por un segundo pensó en sacar sus vendas y someter a Bakugo. Su comportamiento fue poco profesional, incluso para alguien que ingresó a la U.A. pero al ver a un costado, a su estudiante peliverde con una cara tranquila, con una cara inexpresiva, como si hubiera esperado esa reacción del rubio, dejó instintivamente de sujetar las vendas.

Bakugo era un lio. Sus emociones lo cegaron a un punto como nunca antes. Quizás fue por eso que no supo identificar bien los movimientos del peliverde. De hecho, sin mencionar al profesor Aizawa, nadie lo hizo totalmente.

Esquivó con elegancia esa peligrosa mano haciéndose a un lado, y con el poco impulso que tuvo de su acción dio una vuelta para barrer los pies de Katsuki que cayó sin remedio al suelo.

—Trata de calmarte un poco. No tengo nada qué explicarte.

Lo dijo sin una pizca de duda o sentimentalismo.

Titubeo un momento antes de volver la mirada. De nuevo él estaba abajo, y Midoriya arriba. ¿Era una declaración de guerra? No, no lo era. Era una clara muestra de superioridad. Midoriya le estaba dejando que no era el mismo. Los papeles habían intercambiado hace mucho y él aprovecharía cada mínima oportunidad para demostrárselo.

—Tú... maldito pedazo de mierda...

Encono resonaba con esas palabras. Su orgullo estaba manchado, o peor aún, destrozado por quien menos hubiera esperado.

Fue entonces que el profesor actúo y cogiendo a Bakugo desprevenido, lo ató con sus vendas.

—Demonios... no me hagan utilizar mi peculiaridad una y otra ve —dijo él—. ¡Tengo los ojos resecos!

Todos se libraron de la tensión incomoda que rondaba el ambiente luego de que el profesor soltase a un consciente Bakugo. Los guio a otra clase y en lo que la mayoría de estudiantes caminaba a sus espaldas. Midoriya pasó por el costado de Bakugo, sin detener el paso, manteniéndolo en calma, con esa mirada aburrida que le dedicó a sus pupilas. El rubio solo pudo mascullar y pensar en que antes Izuku Midoriya era una simple piedra al costado del camino, y ahora era una enorme que le obstaculizaba el trayecto.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora