Capítulo 32

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Sus brazos se aferraban a él de una manera tierna, pero inhumana al mismo tiempo, como una capa más de piel, ella no estaba dispuesta a soltarlo ni para ir al baño, por fortuna, él aún no tenía ganas tampoco.

—¿Cómo te sientes? ¿necesitas algo? —sus ánimos a cualquier cosa en particular estaban descartados desde el momento en el que su madre había despertado con la garganta seca, y él se apresuró a darle un poco de agua.

—Estoy bien —aseguró Inko. —Tú... eres real... ¿verdad?

Izuku se muerde el labio muy frustrado, y por un segundo piensa en apartar a Momo y reservarse únicamente para esa mujer, tan pronto como la idea surgió, había desaparecido con un resoplido dado por el simple hecho de saber que si lo hiciera, le gustaría tanto como no hacerlo.

—Estoy aquí, mamá. No soy un sueño —aseguró.

Inko sonríe alegre por ello, y además porque no tuvo que pasar noches en vela lagrimeando el destierro de hijo debido al coma, fue casi un milagro, la idea le recordó al caso de Katsuki, el muchacho la había herido, y no era como si ella le tuviera mucho cariño.

—Mamá...

Había sido el problema más grande de la infancia de su hijo, y si a él le habían mandado a una prisión por traición, no resultaba tan loco si a Katsuki le enviaban por homicidio casi cumplido. No obstante, su hijo la vio, y de alguna manera supo lo que estaba pensando.

—Yo me puedo encargar, por favor. Esta vez no será igual.

Y de alguna otra manera todavía más extraña, era consciente de quién le había hecho eso.

Ella masculla un poco porque su hijo tuviera un corazón tan noble, y aunque también amaba eso, había situaciones así en las que deseaba que fuera un poco más egoísta, pero solo un poco. No tenía certeza de lo que estaba rondando por su mente, tal como lo decía, parecía dispuesto a perdonarle, y era estúpido, desquiciado, ella era su madre, y casi muere por su mano, ¿de verdad iba a ser tan fácil? Lo creía posible, pero, aún así confiaría en él, pues era su hijo, y todo lo que había hecho por él no la hacía sentir conforme, esperaba que con eso lo consiguiera.

—Muy bien —suspiró con calma.

Momo, sujeta a la piel de Izuku como su nuevo traje de superhéroe, mira entre él y su madre, curiosa por no entender ni un poco de la conversación. La mayor se da cuenta, le hace gracia en su momento de leve decepción, y pregunta.

—¿Esta es la persona especial?

Izuku estira sus pies inconscientemente, y no se atreve a voltear a mirar a Momo. Ella, por otro lado, se siente curiosa, por supuesto que a sus padres les había hablado del peliverde, de sus hazañas y la manera tan tierna de cómo se conocieron, sin embargo, imaginar a Izuku haciendo lo mismo, era, peculiar.

—¿Persona especial? Creo que lo soy —dijo Momo, algo de duda rondaba dentro de ella, porque las últimas semanas antes de que enviaran a Izuku a tártaros, habían tomado cierta distancia.

Izuku lo captó, y lo único que puede hacer por reflejo es asegurarlo.

—Sí, a ella le compré el collar... —respondió.

Momo se giró a verlo sorprendida, una luz líquida por sus ojos se movía con gozo mientras volvía a dirigirse a él.

—¡¿Me compraste un presente y nunca me lo diste?! —exclamó.

—Sí... bueno.... No, no lo digas así. Suena mal.

—¡Izuku Midoriya, ¿me compraste un presente y no me lo diste?!

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora