Siento la espera chicos <3
Las sombras, esa oscuridad, su soledad y todo lo que la atormentaba en general, era tan seguido que ya se podía tomar sus lloriqueos, sus gemidos, y esas macabras muecas como unas costumbres poco convencionales. Mas esa ocasión era especial, y con ello se puede intuir a su vez, que no era en buen sentido. Lo peculiar era que aquellos mares de lágrimas desatados por los fuertes azotes de su cabeza, no se encontraban descendiendo por su piel, el maquillaje que intentaba ocultar pobremente sus ojeras permaneció tal como en la mañana. Después de encontrarse con su archienemiga, huyó de la mirada preocupada de su mejor amigo. A su habitación. Encontrar otro lugar seguro o cómodo, incluso espacioso, pese a que no lo era tanto como ella hubiera deseado, era una fantasía de otras realidades con la que desgraciadamente la suya no contaba. Al llegar lo primero que hizo fue romper inconscientemente la chapa de su puerta con fuerza bruta, embadurnada por rayos negros que en su peculiaridad relucían entonando su desesperación. Se quitó el collar al dejar caer su espalda sobre la puerta que aún rota, tenía la resistencia adecuada para soportar su peso. Lo tiró con miedo. Como si fuera una niña con un pedazo de metal ardiente mantenido por una cuerda llena de pinchos. Horrorizada, se quedó plasmada en el piso al que decayó conforme su respiración agitada volvía a la normalidad por empezar a sentir nada.
—No fue mi culpa —trataba de susurrar su mente en un vano intento de impedir consumirse así misma.
No obstante, ella no puede manejar su imaginación, y lo misteriosa que puede ser la mente humana al posarse en contra de lo que el corazón o su propia ética dictaminaba, era un martirio sin igual. Ciertamente, ella era la viva imagen de que no había deseo más tortuoso que querer una segunda oportunidad.
Contradiciéndose, imaginaba que su ignorancia de la situación, el plan del enemigo y el enemigo en sí, fueron demasiado para ella, pero ella también fue demasiado para Midoriya. Fue tan cruel y egoísta. Pudo haber metido al pequeño en grabes problemas por simplemente desearlo, empezaba a pensar que incluso le obligó. Él tal vez solo sentía una gran admiración, y ella, aunque confundida por su pasado, en cierta manera le llegó a amar, aunque pensara que no a él, al mismo tiempo sí era a él, solo que su lenta muerte tergiversaba todo. Pobre Nana, pobre símbolo de la paz, tan frágil por un niño, y por unos sentimientos que sobrevaloraba incluso por encima del símbolo del mal. Dijo cosas horribles. Ella hizo cosas horribles.
—No lo fue —y aún diciéndolo, anhelaba redimirse, aún si fuera de la manera más humillante, deseaba conseguir algo, su mirada de vuelta, sus palabras, tal vez no su amor, podía vivir sus días con eso, resultaba más sencillo, de verdad, era mucho más fácil que un simple segundo de aquello, pero ella quería ver con todo su ser, que no arruinó un alma tan joven. Que no destinó a otro a unas penumbras tan inhumanas como el infierno.
Horas sentadas, un repaso le hace recordar su regalo. Y mirándolo en el piso, cubierto tenuemente por una capa que cogió del polvo en el piso que dijo limpiar más tarde hace cinco días, gateó hacia él. Su mano extendida en busca de la esencia del peliverde que no sabe si amó como realmente creía. Al tocarlo, un rayo negro sale disparado, y el cuarzo reventó estrambóticamente, esparciendo sus pedazos por la palma de Nana y el suelo. Ella se quejó con un gemido por la sangre, contempló su palma aparentemente inerte, y comenzó a reír de la ironía.
—Sí... Esto es una estupidez —observó, y sujetándose los cabellos con su otra mano intacta, llegó a un punto donde el sentimiento ya era difícil de encontrar, o identificar si es que aquello se podía tomar como uno.
Debatir sobre lo que fue y lo que es, ya no tenía sentido.
En otro lugar, pese a las altas horas de las que la luna les advertía, Nezu junto a Nighteye, Mirio, Tamaki y Nejire, iban en la limusina del director a liberarle.
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Mi Perfecta Casualidad
Fiksi PenggemarIzuku Midorilla no pidió nacer sin peculiaridad, no pidió esas burlas tan fúnebres como cualquier mañana en la que se levanta con pesar para recibir esas malditas miradas. Lo que era su sueño, está comenzando a dejar como tal, un simple sueño, pero...