Capítulo 37

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Los gritos seguían siendo tan desgarradores como sus nervios por encontrar a la persona que le hacía temblar las manos. Nana había pasado demasiado tiempo buscándola. En algún momento había llegado a un punto en el que volar era innecesario. Las voces provenían de todos lados, por lo que al principio no pudo escuchar a su compañera acercándose.

—¿Qué ocurre? ¿Encontró a la civil?

Mt Lady terminó por acortar la distancia entre ambas, ocasionando el desconcierto y algo de furia proveniente del símbolo de la paz.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡Te dije que fueras por Kamui Woods!

Le recriminó, algo de desesperación resonaba de ella. En todo ese asunto que se vio inmiscuida, los aires le susurraban que nada bueno iba a suceder, sentía su piel erizarse con el helor de este, hizo que se volviese a concentrar en el espacio, ignorando las réplicas de su compañera, quien insistentemente le dijo que no pudo soportar imaginar otras muertes esa noche. Mt Lady debía asegurarse que nadie más debía morir, por cuenta propia, no iba a perder el tiempo llamando a su ex.

De pronto ella también guardó silencio al percatarse, demasiado tarde para considerarse una profesional.

—¿Dónde está la voz?

Cuestionó al aire, y no ganó otro regaño de Nana simplemente porque esta estaba demasiada inmersa en la oscuridad de los callejones. Sus pupilas se movían de lado a lado, buscando algo en lo que centrarse, como pelotas de pin pon.

Al no encontrar nada, se resignó a volver al punto de partida. Originalmente debía ser solo ella la que estuviera ahí, hasta que sus compañeros llegaran queriendo apoyarla, si es que no acababa con lo que la llevó a ese lugar, primeramente.

—Mt, escúchame —le demandó, y tan pronto como se giró, sus palabras se cortaron. En la nuca le había resurgido un hormigueo peculiar, era claro que incomodidad en los músculos no podía ser, pues aquel hormigueo tuvo la fuerza necesaria para poner a todo su cuerpo bajo un escalofrío aterrador.

Hizo lo primero que se le vino a la mente, movió a su compañera de su lugar, empujándola violentamente en contra de una pared en lo que ella misma pegaba una fuerte zancada hacia atrás. Entre ellas, nada aparentemente peligroso se atravesó, para Nana, en cambio, fue extraño ver que el aire se había comprimido tanto, en sus anteriores épocas, tuvo un par de batallas con personas que poseían un control del aire fascinante; no obstante, ninguna de esas peculiaridades pasadas tenía el poder suficiente para hacer que el aire atravesara una pared de concreto sólida como si se tratara de simple papel bon. Había sido tan limpio que apenas soltó algo de polvo.

Las dos ahora se habían vuelto a centrar en el espacio, específicamente en el único ruido que venía de su costado derecho. Pasos.

—Debo decir que no me sorprende el hecho de que lo hayas conseguido esquivar. Mi señora no podría tener una rival tan decepcionante. Aún así halagaré tu logro, por mera cortesía.

Aplausos eran dados por el hombre de cabello gris mientras se mostraba ante las heroínas. Un dato curioso, era que este era acompañado por una joven que seguía el ritmo de sus pisadas para hacer que las de ambos sonaran como uno. La niña no temía mostrarse como su compañera a juzgar por su calma. Se veía extrañamente aburrida.

—Es una trampa —concluyó Nana, mascullando una maldición por lo bajo.

El tipo se le hizo conocido, Gentle Criminal, había tenido sus apariciones anteriormente en atracos, derribando a héroes profesionales de distintas ligas, principalmente. Alguien resaltante que durante un tiempo estuvo desaparecido del mundo. La policía no se iba a enfocar en buscar a alguien como él durante mucho tiempo, en algunas ocasiones incluso le bastaba con golpear a los héroes. Lo tacharon de un buscapleitos, por lo que creyeron durante unos meses que el hombre había tomado consciencia de sus actos, o solo se le dio por querer retirarse, en cualquier caso, funcionaba bien para toda la comunidad excepto la de él.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora