Capítulo 34

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6 am, la madrugada le saludaba con una severa bofetada en la cara, su somnolencia le hace sufrir mientras observa que el sol da sus primeros indicios de querer aparecer. Momo amablemente le había dejado en una habitación muy bien amueblada, demasiado, para su gusto, probablemente todo lo que dentro se encontraba valía más que las propiedades de su madre, sin embargo, le hacía pensar que tal vez rechazarla al principio fue estúpido y que debió ir, ya que dejando de lado el hecho de haber sido abrumado por tanto lujo, se la había pasado de lo mejor, la sensación de recibir tanto, amor, fue inmensamente hermoso, no recordó ello hasta anoche, y ese día se aseguraría de ser más expresivo con ella respecto a sus emociones, al menos para variar, y no volver a ser el chico frío que era cuando empezaron a conocerse, antes de que su corazón volviera a ser cálido, y pisoteado, reiteradamente. Era una mala comedia.

—¿Reflexionando sobre la vida? ¿Tus problemas? Tu mirada se ve intensa —oye decir a la izquierda de su cama, y un miedo descomunal le quita todo pensamiento de encima, el actuar, de igual manera. De alguna forma, esa melodiosa voz le infundió tanto pavor, que literalmente se congeló en donde estaba. Lo único que puede mover, son sus ojos, e incluso eso le cuesta.

Su pelo color nieve contrastaba con la poca oscuridad de la habitación, más sus ojos carmesíes brillaron con la intensidad que solo un demonio poseería. Tenía su cabello en una cola de caballo.

—Tranquilo —le susurró aún más cerca.

Al verlo tensarse todavía más, concluyó que lo mejor era tomar un poco de distancia. Riéndose, dio cuatro pasos hacia atrás, volviendo a retomar sus palabras.

—Creo que es la primera vez que nos vemos formalmente, como jefe, y subordinado.

Midoriya se levanta con cuidado de la cama, sin apartar su mirada de la suya, y calmándose un poco, la pudo saludar.

—Es un placer, All For One —le dijo en el mismo tono, tratando de sonar respetuoso, y no tímido, trayendo a su cabeza los momentos en los que Toshinori le avisó de antemano que pronto sería visitado por ella. Avisándole que puede que sentiría miedo, tal vez se orinara, o gritara por algún susto, afortunadamente, no fue el caso.

Ella extiende su brazo, manteniendo sus dedos y palma apuntando al suelo.

—Besa mi mano —dijo serena, pero obviamente era una orden, e Izuku no pensó ni un segundo en contradecirla.

Lo hizo despacio, y con cautela. Ella la apartó después, complacida por el autocontrol del niño.

—Verdaderamente eres interesante, no piensas en nada, tienes la mente totalmente en blanco, y aún así, puedes moverte y actuar tan pacífica y asertivamente conmigo —le dijo, sin importarle revelar uno de sus tantas peculiaridades. —Sí, correcto, es lo que piensas, puedo leer la mente de quien me toca.

Le aseguró, e Izuku volvió a quedarse como una pizarra nueva.

—¿Qué puedo ofrecerle? ¿Necesita mi ayuda en algo? —cuestionó volviendo a sentarse, pararse sin que las piernas le temblaran, comenzaba a ser un reto.

—No, no realmente —le respondió con suavidad.

Su cuerpo zarandeó de lado a lado buscando lo más cómodo para posar su cuerpo en él. Encantada por un sofá reclinable, lo esponjosos que se veían sus cojies y a su vez la sencilles del producto, recostó su ser en él. Esbozó una sonrisa al alienarse durante unos momentos en los que Izuku se mantenía en silencio, pero con la guardia en alto.

—No tienes que temerme —le dijo al terminar su trance. —Somos amigos, compañeros de la misma sociedad.

—Lamento mi miedo, pero nunca había estado frente a alguien con una apariencia así.

Mi Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora