Capítulo final.

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–9° C

Poché.

Seguí mirándola.
Ella no me había visto. Estaba concentrada retirando el hielo que cubría el comedero, siguiendo metódicamente los pasos de una rutina casi automática –limpiar el comedero, abrirlo, rellenarlo, cerrarlo–, como si aquello fuese lo más importante del mundo. La miré, esperando a que se diera la vuelta y advirtiera mi silueta oscura en el bosque. Ella se caló el gorro y sopló para ver cómo su aliento se condensaba en una nubecilla fugaz. Dio una palmada para sacudir la nieve de sus guantes y echó a andar hacia la casa.

No pude ocultarme más. Exhalé lentamente; ella me oyó y volvió la cabeza en mi dirección. Su mirada encontró el vaho de mi aliento y, cuando la nube desapareció, se posó en mí. Di un paso cauteloso hacia ella, sin saber cómo reaccionaría.

Ella se quedó inmóvil, tensa como un ciervo. Seguí acercándome con pasos lentos, dejando un rastro limpio en la nieve, hasta salir del bosque y encontrarme frente a ella. Me miró en silencio, aún sin moverse. El labio inferior le temblaba un poco. Parpadeó, y tres lágrimas brillantes le cayeron por las mejillas. Podría haberse fijado en todos los pequeños milagros que tenía delante: mis pies, mis manos, mis dedos, la forma de mis hombros bajo el abrigo, mi cuerpo humano; pero se limitó a mirarme a los ojos.

El viento me golpeó de nuevo, pero ya no tenía poder sobre mí. El frío me entumecía los dedos, pero no los transformaba en otra cosa.

—Daniela —musité—. Di algo.

—Poché —dijo, y me aferré a ella.

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⏰ Última actualización: Oct 14, 2021 ⏰

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