|19|

13.2K 919 18
                                        

-Creo que ese fue el último peluche- acomodo su saco

-Entonces súbete para llevarte al lugar- sonreí lo más angelical

Ahora si se arrepentiría de jugar conmigo.

Conduje hasta uno de mis lugares favoritos.

-¿Qué es esto?- mencionó cuando me estacione

-Conocerás mi casa- sonreí al ver el edificio que me acunó hasta mis 18 años.

Nos bajamos del auto mientras me sentía feliz.

La única cosa mala del lugar es todos los niños que tienen en la espera de una adopción.

-Saca todo del auto mientras voy a buscar la encargada- sonreí

Estaba entre feliz y triste de volver.

-Maia- la encargada me miró sorprendida

-No pido refugio traigo regalos para los niños- señale el auto en donde mi jefe iba sacando peluches

-Los niños serán felices- susurro

-Vamos a buscarlos- sonreí

Se que posiblemente algunos de los que había visto ya están grande si es que no los han adoptado.

-Son demasiados- susurre mientras entre cada paso que dábamos habían grupos de niños

-Los niños han aumentado cada mes- confirmó

-¿Cómo van con las adopciones?- negó rápidamente

-No muy bien, todos quieren a los más chiquitos y ya niños que tengan tres años no son adoptados- me sentía mal al saber eso

-Es duro conocer del tema y más teniendo una perspectiva de este mundo- señale todo

Cuando entramos al comedor me asombre de lo lleno que estaba de niño.

Algunos estaban en el suelo comiendo ya que no tenían más lugar para comer.

Mi corazón se hacía añico con esta imagen.

-Solo quisiera ser millonaria para hacer una casa grande en donde puedan vivir bien- sentía un taco en mi cuello

Esto me hacía recordar cada momento en que viví en este pequeño edificio.

En ocasiones las sábanas con las que dormíamos tenían hoyos de lo viejas que eran.

En una cama para una persona podíamos dormir con facilidad tres.

-Podemos ver que hacemos- salte al escucharlo detrás de mí

-¡REGALOS!- gritó uno y es como si hubiéramos tenido un imán en donde todos se acercaron

Cada uno fue cogiendo un peluche.

-Creo que me deben ayudar a sacar los que faltan en el auto- asentí para salir poco a poco

No reconocía a ningún niño con los que estuve y es normal ya que a sus 18 son sacados del programa.

Desde la calle se escuchaban los gritos de los niños mientras obtenían un oso.

Algunas de las empleadas nos ayudaron a sacar los regalos.

Había demasiados peluches de todos los tamaños.

Mi jefe hablaba en una esquina con la encargada del lugar.

Me quedé en mis brazos un peluche panda pequeño mirando hacia mi jefe.

No se porque, pero siempre que estaba serio se me hacía muy atractivo, pero fui interrumpida por un pequeño jalón en mi vestido.

Mire hacia la dirección y había una niña de tez blanca, con cabello negro y ojos azules con sus mejillas rosadas.

Enamorando al magnateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora